La historia es una de las más famosas y queridas de todas las enseñanzas de Cristo, y nos ofrece una lección descuidada que sigue estando vigente para nosotros en la actualidad.
De todas las parábolas que Jesús relató, la que representa
el hijo pródigo tal vez sea la más conmovedora y recordada. Descrita en
el Expositor´s Bible Commentary [Comentario Bíblico del Expositor]
como: “tal vez la corona y flor de todas las parábolas”, esta historia sólo
aparece una vez en la Biblia —sólo se encuentra en el Evangelio de Lucas. A
medida que leemos el relato, no podemos menos que sentirnos extasiados por la
historia del amor del padre por su hijo rebelde.
La historia es muy corta. Un padre tenía dos hijos, y cuando
el menor llegó a la mayoría de edad, le pidió que le diera su parte de la
herencia. El padre le concede su petición y pronto su hijo se va para otro
país, donde malgasta su riqueza con una forma de vida suntuosa en la que
desperdicia y hace toda clase de gastos innecesarios.
Después de que ha malbaratado todo su dinero, escasamente
logra sobrevivir con un empleo en el que cuidaba cerdos. Hambriento y sin
dinero, él empieza a recapacitar. Decide volver donde su padre y pedirle perdón
por su necia conducta. Espera que su padre lo acepte tan solo como uno de sus
siervos. Para su sorpresa, y el disgusto de su hermano mayor, su padre le da la
bienvenida a su hijo menor, con una gran celebración (Lucas 15:11-32).
Cuando entendemos que esta parábola es una historia
imaginaria para ilustrar un punto espiritual, podemos percibir rápidamente que
Jesús está usando este relato para enseñarnos del amor que Dios el Padre tiene
por cada uno de nosotros. Y, si bien todos hemos sido pecadores, como lo fue el
hijo pródigo, es consolador, reconfortante, y sí, es casi incomprensible que
Dios el Padre esté dispuesto a aceptarnos de regreso, dados los errores que
hemos cometido.
Este resumen de la parábola es muy conocido y nos sentimos
muy conmovidos al entenderlo. Pero ahora, analicemos lo que no es tan
comúnmente percibido acerca de esta historia y lo que este conocimiento nos
debiera motivar a hacer.
El contexto
Tener en cuenta el contexto del pasaje bíblico con
frecuencia nos ayuda a entender mejor su significado, y éste es el caso con la
parábola del hijo pródigo. El escenario de esta parábola lo encontramos en
Lucas 15:1-2, donde vemos a los fariseos y a los escribas criticando a Jesús
por compartir y comer con pecadores. Estos líderes religiosos judíos del primer
siglo no pensaban que fuera apropiado para una persona de Dios interactuar de
esta manera con aquellos que no eran justos.
La acusación de los fariseos y los escribas preparó el
escenario para tres parábolas (la tercera de ellas fue la del hijo pródigo), en
las que Jesús les enseña a estas autoridades judías y a nosotros en la
actualidad, cómo trata Dios con los pecadores.
Algunas veces los principios importantes son repetidos
en la Biblia para hacer énfasis. Éste es el caso cuando Jesús le pidió tres
veces a Pedro que apacentara sus ovejas (Juan 21:17). Para responder a la
reprensión de los fariseos y escribas, registrada en Lucas 15:1-2, Jesús
mencionó tres parábolas que le dieron énfasis a su respuesta.
La primera parábola es acerca de la oveja perdida (Lucas
15:4-7). En esta historia, el pastor tiene 100 ovejas. Cuando se le pierde una
de ellas, él deja las 99 restantes para ir a buscar la que se le ha perdido.
Después de encontrarla y traerla a casa, se alegra con sus amigos y vecinos.
En la Biblia, con frecuencia el pueblo de Dios es
llamado ovejas o el rebaño de Dios (Mateo 26:31; Lucas 12:32; Juan 21:17;
Hechos 20:28-29). A los pastores se les advierte que deben pastorear “el rebaño
de Dios” (1 Pedro 5:2), y al referirse a Jesús, dice que es el “príncipe de los
pastores” (v. 4). El punto de la parábola es que Dios desea traer a todos los
que están perdidos (pecadores) a una relación con Él, y se alegra cuando ellos
se arrepienten.
La segunda parábola es de una mujer que pierde una de sus 10
monedas de plata. La mujer enciende una lámpara y barre y busca cuidadosamente
por toda su casa buscando la moneda perdida. Cuando la encuentra, también se
regocija con sus amigos y sus vecinos (Lucas 15:8-10).
Algunos se han preguntado por qué se le da tanta importancia
a la pérdida de una sola moneda. Los comentarios han sugerido que esto puede
deberse a dos razones. Primero, el dueño de casa tal vez era pobre y la moneda,
aunque no era mucho en sí misma, podría bajo esas circunstancias ser muy
importante para la familia. Segundo, la moneda que se perdió podría haber
formado parte de una banda para la frente compuesta de 10 monedas que
simbolizaban un voto matrimonial —algo similar a lo que en la actualidad
representa una argolla matrimonial.
Similitud de las parábolas
Veamos el tema común de las tres parábolas. Bien sea que se
trate de una oveja perdida, una moneda perdida o un hijo perdido, hay gozo y
regocijo cuando lo que estaba perdido es recuperado.
También hay una progresión interesante en estas parábolas
desde una perspectiva numérica y su valor. El Expositor´s Bible
Commentary [Comentario bíblico del expositor] anota: “no se trata
únicamente de una progresión matemática, puesto que lo que se pierde se
incrementa de una centésima parte a una décima, y después a una mitad del todo,
sino que además el valor intrínseco de la pérdida se aumenta en las series
correspondientes. En la primera parábola era una oveja perdida, una pérdida que
podría reemplazarse pronto, y pronto se olvidaría también; en la segunda, era
una moneda perdida y, como hemos visto, la pérdida era de algo más valioso que
el oro, aun honor y carácter, en tanto que en la tercera era ‘un hijo perdido’”
(comentarios acerca de Lucas 15:1-32).
Las tres parábolas de Lucas 15 también responden la pregunta
planteada por las autoridades judías y era tipificada por el hermano mayor en
la tercera parábola —si era apropiado o no que Jesús tuviera en cuenta o aun se
mezclara con pecadores. Las parábolas muestran que a Dios sí le importan los
seres humanos y se regocija cuando son rescatados de los problemas. Y así
también deberíamos hacerlo nosotros.
La razón de la celebración y la aceptación
Si bien muchos han notado que la parábola del hijo pródigo y
las dos parábolas que la anteceden en Lucas 15 señalan hacia el amor de Dios
por la humanidad, muchos han perdido de vista la enseñanza que hay en ellas,
que es la razón de la celebración de Dios.
Hablando de la parábola de la oveja perdida, Jesús explicó:
“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente,
que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (v. 7). Y
más adelante, al hablar de la parábola de la moneda perdida, dijo: “Así os digo
que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”
(v. 10).
Al continuar con el tema del arrepentimiento, vemos lo que
el hijo pródigo le dijo a su padre cuando regresó: “Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (v. 21). El
regocijo de Dios el Padre y su familia espiritual, que incluye a los ángeles,
es producto del arrepentimiento.
Arrepentimiento: un tema central en la enseñanza de Cristo
El énfasis de Jesús en el arrepentimiento no era un tema
nuevo que estaba tocando en estas parábolas. Con frecuencia, Él hablaba de la
necesidad que tenemos de arrepentirnos.
Cuando comenzó su ministerio público, Jesús dijo:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17,
énfasis añadido). Al resumir cuatro elementos clave de las enseñanzas de
Cristo, Marcos lo registró cuando Jesús le dijo a las personas: “El tiempo se
ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio” (Marcos 1:15, énfasis añadido). Y en dos ocasiones, cuando las
personas murieron en sucesos inesperados, Él anotó: “…antes, si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5).
Ya que el arrepentimiento es un tema tan importante para
todos los que quieren ser parte de la familia eterna de Dios, no debe
sorprendernos que Jesús incluyera esta enseñanza en la parábola del hijo
pródigo y en las dos parábolas que la preceden en Lucas 15.
El título de la parábola
Cuando se trata de los nombres que se les ha dado a las
parábolas de Jesús, notamos que no necesariamente son los que Cristo les ha
dado. La Biblia no nos da específicamente nombres para las parábolas. Los seres
humanos les hemos dado nombres que nos ayudan a identificarlas y recordarlas.
La parábola del hijo pródigo no es un mal nombre, porque sí
nos ayuda a recordar la enseñanza de Cristo. Pero esta parábola podría haberse
llamado de una forma diferente. El Expositor´s Bible
Commentary [Diccionario bíblico del expositor], afirma: “Llamamos la
parábola del hijo pródigo, pero también podría haberse llamado, con iguales méritos,
la parábola del padre desconsolado, porque la historia entera se cristaliza
alrededor de este nombre, repitiéndolo, de una forma u otra, no menos de 12
veces”.
Jesús dijo que Él venía a revelar al Padre (Mateo 11:27;
Lucas 10:22), y la parábola del hijo pródigo realmente lo hace. De hecho sí
tenemos un Padre Celestial que desea inmensamente que cada uno de nosotros se
arrepienta de sus pecados, para que podamos ser parte de su familia eterna.
La parábola del hijo pródigo es una historia maravillosa y sorprendente.
Pero es más importante aun lo que se ha pasado por alto en su mensaje, y esto
es que todos tenemos que arrepentirnos.