La Biblia nos dice que no nos preocupemos, pero ¿qué pasa si
estamos atrapados en un círculo vicioso de ansiedad? Aquí está la segunda parte
de la serie “Como vencer las emociones negativas”.
Con una variedad de trastornos asociados y una mayor
conciencia de sus efectos, la ansiedad literalmente se ha convertido en un
término familiar. ¿Cuántas veces hemos deseado poder pasar un día sin pensar
que en cada situación que se presenta va a pasar lo peor?
Una preocupación sana acerca de los próximos acontecimientos
y ser conscientes de la necesidad de planificar en nuestra vida es normal e
incluso responsable. Planear y meditar en nuestras acciones y prepararnos para
las cosas que son inevitables o para las diferentes posibilidades es saludable
y las escrituras nos animan a hacerlo. Proverbios habla acerca de la sabiduría
de la hormiga y de cómo se prepara para las cosas que han de venir (Proverbios
30:25).
Pensar cuidadosamente acerca de las situaciones que van a
suceder o las posibles opciones o consecuencias nos benefician en muchos
sentidos. Sin embargo, ¿qué sucede cuando pensar cuidadosamente se convierte en
un miedo que nos paraliza en casi todas las situaciones que enfrentamos a
diario?
¿Por qué es peligrosa la ansiedad a nivel espiritual?
Analice estos escenarios:
Nuestros corazones se aceleran cuando nos vemos obligados a
relacionarnos y a entablar “pequeñas conversaciones” con personas en medio de
una gran multitud.
Sentimos un hueco muy profundo en nuestro estómago cuando
pensamos que dentro de pocas horas debemos ir a nuestro trabajo o a una reunión
social.
A duras penas podemos salir al mundo porque nuestra mente
nos está diciendo que nada va a salir bien y que cualquier cosa mala puede suceder
y sucederá.
¿Le suena familiar? Aunque algunos profesionales pueden
recomendar medicamentos para ciertos trastornos de ansiedad, todos están de
acuerdo en que tienen pocas posibilidades de tener un efecto duradero si no hay
un compromiso de cambiar nuestra forma de pensar.
No subestime el impacto que puede tener la ansiedad en
nuestras actitudes espirituales. Pablo escribió: “Porque no nos ha dado Dios
espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2
Timoteo 1:7, énfasis añadido). El Espíritu de Dios no es un espíritu de miedo,
e implica tener dominio propio y que no esté nublado por el temor constante de
lo que va a suceder después.
Habiendo dicho esto, nuestro Creador sabe cuándo estamos
dando pasos diligentes para luchar contra nuestra ansiedad. Sin embargo,
también sabe cuándo no estamos comprometidos a vencer (no escribimos nada, no
buscamos ayuda de amigos o de profesionales, no tratamos de interiorizar
ninguna sugerencia, intentamos algo por un día y decimos que no funciona, no
estamos dispuestos a orar ni a estudiar más, etcétera.).
Una vida llena de ansiedad hace que sea muy difícil para
nosotros creer en la perfecta voluntad de Dios y su plan de salvación. También
nos hace confiar más en el ambiente físico y menos en el Creador invisible que
se asegura de que “todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
La ansiedad es una gran amenaza para el fruto de la fe y,
por lo tanto, debe ser tratada de inmediato.
Identifique la causa de su ansiedad
El paso más importante es admitir que la ansiedad, ya sea un
trastorno clínico o no, exige un cambio en los patrones de
pensamiento.
Para cambiar, lo primero que debemos hacer es averiguar
cuáles son las principales causas de nuestra ansiedad.
Escriba las respuestas a preguntas como las que vienen a
continuación y hable con un amigo, ministro o profesional acerca de sus
respuestas:
¿Qué es lo que me molesta de estar con la gente?
¿Qué aspectos de mi trabajo me atemorizan?
¿Por qué me intimida esa persona?
¿Qué parte de esta acción en particular la hace tan
aterradora?
¿Qué pasaría, si algo terrible que creo que va a pasar,
pasa?
¿Me abruma el estrés de lidiar con este trabajo o
circunstancia?
Si podemos identificar los principales factores estresantes
o las causas de ansiedad en nuestra vida, entonces debemos deshacernos de todos
los que podamos tan rápido como nos sea posible. Desafortunadamente, muchas
causas de ansiedad (como nuestras carreras, relaciones o responsabilidades) no
se pueden abandonar simplemente sin ser irresponsables. Así que debemos cambiar
nuestra forma de pensar.
Analice y compare la ansiedad con la realidad
Es hora de anotar los pensamientos que van con los eventos o
preguntas. Pueden incluir:
Voy a parecer estúpido y todos se reirán abiertamente de mí.
Van a pensar que no soy bueno en mi trabajo.
Se van a burlar de mí y van a hablar a mis espaldas.
Estoy seguro de que me van a lastimar.
Van a pensar mal de mí.
Todo mi mundo, tal como lo conozco, se va a desmoronar.
Analice muy bien estos pensamientos. Cuando dejamos de
justificar los pensamientos como parte de nosotros y algo que no podemos
evitar, vemos que están obsesivamente centrados en lo que otras personas
piensan de nosotros, están llenos de orgullos, son egocéntricos y ciertamente
no mencionan a Dios en ninguna parte. Entonces, analícelos.
¿Es justo/racional pensar que todos los que están en una
habitación o en una situación están obsesionados y mirando cada pequeña cosa
que hacemos? Piense con la frecuencia con la que nos damos cuenta de que hay
otras personas y en la rapidez con la que olvidamos las cosas que hacen.
¿Es justo/racional pensar que el peor escenario que
planteamos es el que va a suceder, o que necesitamos estar preparados para todo
lo que está fuera de nuestro control? Podemos planear, pero ¿recordamos que
Dios está en total control? “El corazón del hombre piensa su camino;
Mas el Eterno endereza sus pasos.” (Proverbios 16:9).
¿Es justo/racional pensar que en la situación en la que nos
encontramos, Dios nos ha abandonado y no está disponible para ayudarnos? ¿Es
justo/racional pensar que Dios no nos puede proteger de algo si así lo desea?
Sustituir lo irracional
por lo racional
Sabemos que debemos cambiar los pensamientos que no están de
acuerdo con el pensamiento de Dios. Cuando la ansiedad aparece, debemos llenar
nuestra mente con versículos y pensamientos de la Biblia que nos animen:
Dios está conmigo en esto.
Puedo manejar esto.
Recuerde, usted ya no piensa de esa manera.
Definitivamente requiere de trabajo, paciencia y dedicación.
Los pensamientos ansiosos e irracionales van a continuar invadiendo nuestra
mente gracias a Satanás, pero podemos estar preparados para enfrentarlo con la
verdad de Dios.
¿Y si ya he perdido el control?
Ore inmediatamente a Dios y pídale su Espíritu de poder,
amor y dominio propio. En su mente, repita una escritura que lo anime o, mejor
aún, dígala en voz alta. Entre más tiempo pasemos sin orar y sin escribir
nuestros pensamientos, más nos afligimos y dejamos que la ansiedad se apodere
de nuestras mentes.
Ahora pregúntese: “¿Creo que Dios me puede ayudar con esto?”
“¿Estoy comprometido a cambiar mi pensamiento ansioso por un pensamiento de paz
y de fe?” “¿Controlo mi ansiedad, o mi ansiedad me controla a mí?” Luego repase
lo que ha escrito y prepárese para la próxima pelea contra la ansiedad.
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