jueves, 14 de noviembre de 2019

LO ESPIRITUAL PRIMERO


Vivimos en una cultura “cristiana” que a veces difiere con lo que realmente tendría que ser el evangelio. Nos acostumbramos a “clubs sociales” antes que a una Iglesia que vive en un mismo sentir. Anhelamos ser prosperados económicamente pensando que esa es la verdadera bendición y nos olvidamos que Jesús dijo que no tenía ni donde recostar la cabeza (“Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.” Mateo 8:20).
Queremos enseñarles a otros lo que tienen que hacer cuando nosotros mismos no somos capaces de gobernar bien nuestra casa, con esposas que no los respetan y  con hijos que no los honran. (“que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” 1 Timoteo 3:4)
Queremos hacer todo para Dios y ni siquiera lo tomamos en cuenta, tenemos muchas frasecitas para denotar lo “espiritual”, pero ninguna de ellas lleva ese poder del Espíritu de Dios porque vivimos contristándolo y en ocasiones ni siquiera creemos en el poder del Espíritu Santo y nos apoyamos en nuestra propia sabiduría para defender lo indefendible. (“No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de la redención.” Efesios 4:30)
Decimos que no hay que ser hipócritas ni fariseos, pero no hacemos nada por vivir una vida que de verdad agrade a Dios. Pensamos que con decir lo que queremos denotamos sinceridad cuando la realidad es que la boca muchas veces habla cuando ni siquiera ha pensado lo que va hablar. (“En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente.” Proverbios 10:19)
Hablamos de pasión por Dios cuando nuestra vida está más apagada que un carbón en medio de un océano. Hablamos de fidelidad a Dios cuando no somos capaces de ser fieles a las personas que decimos amar. Queremos sujeción cuando no somos capaces de darnos a respetar, cuando nuestras acciones gritan lo mal que vivimos y nuestros gritos predicando son más sordos que el sonido de una pluma cayendo. (“Hemos sido infieles a Dios, no lo hemos obedecido; somos violentos y traicioneros, y engañamos a la gente.” Isaías 59:13.
Nos hemos olvidado para quien vivimos y para qué vivimos, pensamos en nosotros antes que en Dios, lo usamos muchas veces para defender las ideas que a los únicos que benefician son a nosotros mismos y no a Dios. Decimos vivir para Dios cuando en realidad nos aprovechamos para vivir a través del nombre de Dios. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” Gálatas 6:7.
¿Qué nos pasa?, ¿En qué momento perdimos el rumbo?, ¿En qué momento pusimos primero nuestros anhelos humanos antes que llevar a cabo la voluntad de Dios?, vivimos para nosotros y nos olvidamos de vivir para Dios, hacemos todo para beneficio nuestro y nada para beneficiar a Dios. (Efesios 5:14)
Es hora de despertar, es hora de vernos al espejo y por fin ser sinceros con nosotros mismos y darnos cuenta que no podemos vivir a costa de nuestras ideas sino a través de lo escrito por Dios que solo se encuentra en la Santa Biblia. Dejemos de usar la Biblia para excusarnos en nuestra mediocridad y comencemos a ser lo que Dios quiere que seamos: Santos porque Él es Santo. (1 Pedro 1:16)
Comencemos a morir a nosotros mismos cada día para que Dios crezca en nosotros (Juan 3:30). Vivamos realmente para Dios en lugar de aprovecharnos de su Nombre. Demos ejemplo a la gente en lugar de sacar a relucir sus errores, pero sobre todo mostremos la pasión por Dios que tanto decimos sentir en lugar de exigirle a la gente que la tenga.
Regresa y toma la cruz pesada que un día decidiste dejar en el camino y comienza a caminar a la par de Jesús (Mateo 16:24), sintiendo y viviendo el verdadero evangelio que va más allá de las ideas vanas de un mundo que terminará.
Has tesoros en el cielo y no en la tierra, vive como un ciudadano celestial y no terrenal (Mateo 6:19-21), que tus acciones hablen más que tus palabras, pero sobre todo pon en primer lugar lo espiritual antes que lo terrenal o carnal.
¡Volvámonos a Dios!

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