sábado, 30 de noviembre de 2019

LA VIRTUD DEL PERDÓN


Mateo 6:14-15
“14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”


ALGO EN QUE PENSAR
Una de las cosas más difíciles para el ser humano es transmitir perdón. De hecho, el perdón se puede catalogar como un acto de fe, ya que nuestros sentimientos se rehúsan a otorgarlo. No es lógico perdonar a aquel que nos ha traicionado, que abusó de nuestra confianza, que nos robó, hirió, insultó, difamó, etc.

Creo que ninguna persona es merecedora del perdón, pero la gran enseñanza que el Señor nos da es que Él nos perdona de todas formas, no porque lo merezcamos, sino porque Él es un Dios misericordioso que extiende Su perdón sin límites.

La mejor medicina para el ser humano es el perdón. Las cadenas más fuertes se rompen a través de él. Las puertas más seguras sólo las abre el perdón. Las murallas más grandes las derriba el perdón. No hay nada que se le compare, y la mejor manera de conocerlo es a través de la obra de Jesús en la Cruz.

1. Reconoce la necesidad de perdonar
No existe persona alguna que le pueda decir a Dios que no necesita Su perdón, ya que todos sin excepción hemos pecado y nos hemos rebelado contra los mandatos de Dios. Pero si quieres que Dios extienda Su perdón sobre tu vida, también debes estar en la capacidad de transmitirlo a otros. Las primeras palabras de Jesús en la Cruz fueron: “…Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34a).

Es importante entender que el más interesado en que no desatemos el perdón es el adversario, porque él sabe que todo el tiempo que el ser humano permite el resentimiento en su corazón, estará detenido en el pasado y esa marca de la ofensa nunca le permitirá extenderse hacia adelante.
Cuando se transmite un perdón genuino, la pausa es quitada de nuestra vida y viene libertad para avanzar.

2. El perdón te libera de la culpabilidad
Muchas personas dicen que no sienten el deseo de perdonar, y esto es debido a que el perdón no es un sentimiento, sino una decisión del corazón. No perdonamos a las personas porque lo merezcan, sino porque eso es lo que haría Jesús en nuestro lugar. Eso habla de tener el carácter de Cristo dentro de nosotros. Si podemos perdonar pequeñas ofensas, estaremos listos para perdonar aquellas que nos parezcan grandes.


No importa qué tan grande o pequeño parezca nuestra falta o pecado, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, y esto sucede cuando confesamos nuestra iniquidad y la llevamos a la Cruz. Es tiempo que puedas despojarte de toda carga y peso que produce la culpabilidad, porque no hay ninguna condenación para los que están en Cristo (Romanos 8:1).
3. Confiesa que has perdonado.
En algunas ocasiones no hay necesidad de confesar el perdón a la otra persona, porque el perdón es unilateral.

Debes hacer una oración nombrando a la persona que te ofendió (aunque tal vez no esté presente), perdonarla y bendecirla. Posiblemente cuando tomes esta decisión, el enemigo hablará a tu mente para tratar de revivir los momentos de angustia o afrenta que viviste a causa de tu agresor, pero no aceptes estos pensamientos ya que al haber confesado y extendido perdón, ya fuiste libre.


Una vez que tú perdonas de corazón, no es necesario que vuelvas a hacerlo; solamente confiésalo una y otra vez y dale gracias a Dios por Su perdón. La ofensa es una deuda y el perdón es su cancelación.



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