¿Por qué el último fruto de Espíritu es tan importante para
tomar buenas decisiones especialmente en relación con la demostración de las
otras características del fruto?
Imagine a una niña haciendo berrinche y lanzando sus
juguetes por todos lados sólo porque no obtuvo lo que quería.
Ahora avancemos 20 años e imaginemos a la misma niña
gritándole a su jefe (pronto exjefe) por hacerla reescribir un informe. Ésa
sería la versión de la niña sin dominio propio. Una versión diferente, con
domino propio, sería la que acepta las críticas y obedece sin quejarse.
Ejemplos cotidianos como éste demuestran aun desde el punto
de vista secular cuán necesario es el domino propio (control sobre nosotros
mismos) en nuestra vida diaria.
Pero para un cristiano, esta cualidad va mucho más allá de
controlar nuestro temperamento. Para un cristiano, el dominio propio se trata
de resistir la tentación de quebrantar la ley de Dios (incluyendo perder los
estribos) y reaccionar ante otros sin demostrar el fruto del Espiritu Santo en
nuestros pensamientos y acciones. Toda acción comienza en la mente y, por lo
tanto, tener dominio propio implica tener control absoluto de nosotros mismos,
“llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios
10:5).
Nuestra naturaleza humana siempre nos dirá que el pecado es
“natural”. En Romanos 7:23, Pablo describe esta tendencia como “otra ley en mis
miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la
ley del pecado que está en mis miembros”.
Debemos recordar que lo “natural ” es parte de este
mundo que está temporalmente gobernado por Satanás el diablo (2 Corintios
4:3-4) y, como cristianos, reconocemos que el dominio propio incluye
abstenernos del mal de este mundo.
La instrucción de Dios es clara: “No améis al mundo, ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos
de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre” (1 Juan 2:15-17).
¿Qué es el domino propio entonces? Es el esfuerzo continuo
de resistir la tentación de volver a lo que el mundo ofrece cuando Dios ya nos
ha mostrado su camino espiritual. Es demostrar el fruto del Espíritu en lugar
de cometer las obras de la carne (Gálatas 5:19-23).
¿Por qué quiere Dios que tengamos dominio propio?
La razón por la cual Dios quiere que crezcamos en dominio
propio tiene que ver con el resto del fruto del Espíritu descrito en Gálatas
5:22-23.
Estamos en una batalla. Como leemos en 1 Juan 2:16: “todo lo
que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida”. Ésta es la idea que Satanás tiene del mundo, como vemos
en Juan 8:44: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de
vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de
suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (1 Juan 2:16; Juan 8:44).
Por otro lado, la idea que Dios tiene del mundo, incluye que
todos demuestren el fruto del Espíritu Santo.
¿Cómo encaja el dominio propio? En todos los
aspectos del fruto:
Necesitamos dominio propio para
demostrar amor verdadero en vez de deseo o infatuación, para amar a
los demás no como el mundo ama, sino como Cristo amó: “Andad en amor, como
también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2, énfasis añadido).
Necesitamos dominio propio para tener gozo en
medio de las dificultades de la vida. “[Jesucristo] a quien amáis sin haberle
visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo
inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8).
Necesitamos dominio propio para llevarnos bien con los demás
y buscar la paz en lugar de ser conflictivos. “Bienaventurados los
pacificadores” (Mateo 5:9).
Necesitamos dominio propio para soportar a los demás
con paciencia en lugar de criticarlos ―no es fácil ser “pacientes
para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14).
Necesitamos dominio propio para no sólo buscar
automáticamente nuestro bienestar, sino ser benignos y también buscar
el bienestar de los demás (Filipenses 2:4).
Necesitamos dominio propio para hacer lo bueno y
escoger entrar por la puerta angosta que lleva a la vida en lugar de la puerta
ancha que lleva a la destrucción (Mateo 7:13-14).
Necesitamos dominio propio para
permanecer fieles y no dejar que los burladores debiliten nuestra fe
con sus mofas (2 Pedro 3:3-4).
Necesitamos dominio propio para ser
siervos mansos del Señor y mostrar compasión y misericordia con amor
verdadero como Dios lo hace con nosotros (2 Timoteo 2:24).
Un ejemplo a seguir
En los artículos anteriores de esta serie hemos destacado a
varios personajes bíblicos que sobresalieron por algún fruto del Espíritu en
especial. Pero siendo Cristo el ejemplo perfecto en todos los aspectos el
fruto, nadie podría ilustrar el fruto del dominio propio mejor que Él.
La historia de Cristo se encuentra principalmente en los
Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), pero también está presente en toda la
Biblia, pues Él es el Creador que después vino a la Tierra como ser humano
(Juan 1:1-4, 14).
Sus experiencias y acciones en la Tierra son la guía de todo
cristiano verdadero.
La vida de Jesucristo como ser humano es el ejemplo
insuperable de dominio propio. Para poder pagar la pena por nuestros pecados,
era necesario que Jesús viviera una vida libre de pecado. Esto requirió de un
constante dominio propio y la ayuda de Dios. Aun al enfrentar la evidente
tentación de Satanás, quien lo tentó con los deseos de la carne, los deseos de
los ojos, y la vanagloria de la vida, Jesucristo nunca perdió el control (Lucas
4:1-13).
Muchas veces también debió dominarse para permitir que la
voluntad de Dios se hiciera tal como estaba planificado, absteniéndose, por
ejemplo, de llamar legiones de ángeles para que lo salvasen de la tortura y la
muerte (Mateo 26:53-54). En otra ocasión, tuvo que esforzarse para no ir en
contra de la voluntad de Dios, enfocándose en lo espiritual en lugar de lo
físico (Mateo 26:39.
Jesucristo es el único ejemplo perfecto de dominio propio,
así como de todo el fruto del Espíritu. Y de no ser por su autocontrol, aún
estaríamos bajo pena de muerte por nuestros pecados.
Un ejemplo para evitar
¿De dónde vienen todas las actitudes opuestas al fruto del
Espíritu? Así como Jesús es el ejemplo perfecto de dominio propio y el resto
del fruto del Espíritu, Satanás es el ejemplo perfecto de descontrol y las
demás obras de la carne (Gálatas 5:19-21).
La historia de la transformación del ángel Lucero a Satanás
el diablo es una clara advertencia acerca de los peligros de perder el control
(consulte Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:11-19). En lugar de dominar su mente,
Lucero permitió que sus pensamientos de soberbia y violencia crecieran hasta
convertirse en un espíritu de rebeldía.
Anteriormente vimos que la Biblia se refiere a Satanás como
un homicida desde el principio (Juan 8:44), es entonces interesante ver lo que
Dios le dijo a Caín el primer homicida humano acerca del auto control: “¿Por
qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no
serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo
esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:6-7).
Pero al igual que Caín ―quien mató a su hermano después de
oír estas palabras― Satanás no se sobrepuso (o controló) los pensamientos que luego
lo llevaron a rebelarse contra Dios.
Ahora, Satanás “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9) y
quiere que todos los seres humanos amen el mundo y su carnalidad, especialmente
el descontrol, pues es el dominio propio es lo único que nos aleja de las obras
de la carne y nos permite demostrar el fruto del Espíritu.
Auto evaluación de dominio propio
¿He perdido el control de alguna emoción peligrosa o un
pecado destructivo? ¿Cómo se manifiesta en mi vida?
¿Por qué me cuesta tanto abstenerme de lo que sé que no es
bueno para mí?
¿Me describirían los demás como tranquilo y sosegado, o como
errático y descontrolado? ¿Por qué?
¿Es mi primera reacción ante algo el fruto del
Espíritu o pierdo el control? ¿Por qué?
¿Cómo demostramos más dominio propio?
Ya sabemos por qué es tan importante demostrar dominio
propio. Pero ¿qué podemos hacer para cambiar y crecer en este fruto del
Espíritu?
Lleve un registro de las experiencias relevantes que le
ocurrieron en la semana y cuáles fueron sus reacciones ―si demostró el fruto
del Espíritu con dominio propio o perdió el control con alguna obra de la
carne. Analice las causas y los pensamientos que lo llevaron a tener esa
reacción.
Tenga preparado una frase u oración para ayudarle a mantener
el control y demostrar el fruto del espíritu en lugar de reaccionar
“naturalmente” cuando una situación difícil se presente. (Si alguien lo molesta
en trabajo, por ejemplo, dígase a sí mismo “Dios quiere que me controle” antes
de perder el control e insultarlo.)
Pídale a Dios diariamente que le dé más de su Espíritu,
incluyendo el dominio propio necesario para demostrar su fruto y resistir a la
tentación. Mientras más busquemos a Dios (fuente del Espíritu Santo) a través
de la oración, estudio de la Biblia, meditación y ayuno, más dominio propio
tendremos para demostrar el fruto del Espíritu. Propóngase aumentar el esfuerzo
y el tiempo que dedica a estas herramientas espirituales.
Como dijimos en el primer artículo de esta serie, el fruto
del Espíritu Santo es la forma en que el carácter y el evangelio de Dios se
manifiestan en los pensamientos y acciones de un cristiano. Nuestra tarea es
anunciar el Reino de Dios y su justicia a través de nuestro comportamiento. Que
Dios nos ayude a desarrollar y vivir según el fruto de su Espíritu.
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