Esas decisiones que tomamos en la vida y que no son tan
buenas, pueden permanecer en nuestra vida por años. Aun después de que los
efectos han desaparecido, los remordimientos pueden permanecer.
Afortunadamente, hay pasos que podemos dar para vivir sin remordimientos.
Es fácil sentir remordimientos acerca de esos momentos en
que pensamos: “no puedo creer que yo hiciera eso”. Y no está mal rechazar esos
errores. Sin embargo, tenemos problemas cuando los remordimientos se enseñorean
de nuestra vida.
Decisiones no muy buenas
Las malas decisiones pueden causar remordimientos.
Decisiones como mentiras, sexo premarital, robo o aun asesinato pueden, y
ciertamente deberían, causar remordimientos. Seamos ricos o pobres, famosos o
personas corrientes, todos somos susceptibles al remordimiento cuando no
tomamos buenas decisiones.
David fue escogido por Dios para que fuera rey en Israel.
Dios escogió específicamente a David (Hechos 13:22). Sin embargo, David cometió
grandes errores como rey —errores que disgustaron a Dios y le causaron a David
un gran remordimiento. En su actuar, David cometió adulterio con la esposa de
un siervo fiel, firmó la sentencia de muerte de un siervo fiel para esconder su
propia culpa y así hizo que la esposa de ese siervo quedara viuda. Él quebrantó
los mandamientos de Dios y finalmente causó la muerte de su propio hijo (2
Samuel 12:9-18).
David tenía razones legítimas para albergar remordimientos.
Y, desafortunadamente, David no es la única persona escogida
que ha tomado decisiones desafortunadas.
Perseguidor
¿Cuánto le gustaría a usted ser recordado como la persona
que más persiguió la Iglesia?
Saulo, más tarde conocido como el apóstol Pablo, fue ese
perseguidor. Saulo aprobó que Esteban fuese apedreado hasta morir y además
“asolaba la iglesia” (Hechos 8:3). Muchos de la Iglesia primitiva fueron
puestos en prisión y algunos murieron, todo debido a la persecución de Saulo
(Hechos 9:1; 26:10).
¡Si alguien tendría razones para estar lleno de
remordimientos, era el hombre que más tarde llegó a ser el apóstol Pablo!
Pero, ¿por qué no lo estaba?
¿Cómo superó Pablo los remordimientos de su pasado? ¿Y cómo
superó David las tragedias que él desencadenó?
Cómo sobreponerse a los remordimientos
Primero, veamos a David. Él podría haber permitido que los
efectos de sus malas decisiones lo apartaran de Dios —pero no fue así. David
llevó sus remordimientos a Dios.
¿Qué hizo David cuando tuvo ese momento en que todos
decimos: “no sé cómo pude hacer tal cosa”? David se humilló a sí mismo delante
de Dios. La oración de David en el Salmo 51 nos muestra tres pasos
fundamentales para superar los remordimientos. Estos son:
Reconocer: David confesó que había pecado contra Dios.
También admitió que Dios era justo, que juzgaba rectamente, lo que es algo
importante que debemos recordar cuando sufrimos las consecuencias de nuestras
malas decisiones (vv. 3-4).
Arrepentimiento: David comenzó su oración pidiendo
misericordia —perdón. David entendió que él no se podría recuperar y avanzar
sin la ayuda de Dios.
Compromiso: David le pidió a Dios que lo liberara de su
culpa y restaurara su gozo. A su vez, él alabaría la justicia de Dios y les
enseñaría a otros a hacer lo mismo (Salmo 51:12-15). Para quitar los
remordimientos, debemos cambiar —ser convertidos— y entender que nuestro Padre
justo nos ha dado una nueva vida y entonces luchamos para convertirnos en
un ejemplo positivo para otros en nuestras palabras y nuestras
acciones. Estos ejemplos jugarán un papel importante para ayudar a otros
afectados por nuestras decisiones erróneas a sanar y a que encontremos perdón
también. Si desea profundizar acerca del perdón, vea el recuadro “Seis pasos al
perdón”.
David se sobrepuso a los remordimientos por su fe en el
perdón de Dios y el entendimiento de su llamado a ser un ejemplo de justicia
para todos.
De perseguidor a apóstol
Entonces, ¿Cómo pudo vivir Pablo una vida sin remordimientos
insoportables?
Pablo reconoció su pasado (1 Corintios 15:9). También
reconoció que su llamado no fue por sus propias obras, sino por “la gracia de
Dios” que lo ayudó a él a “trabajar más” (v. 10). El verdadero arrepentimiento
y la aceptación del Espíritu Santo de Dios le permitieron a Pablo ver más allá
de sí mismo —y el plan que Dios tenía para su vida.
La diferencia entre arrepentimiento y remordimiento es que
el arrepentimiento nos conduce al cambio físico y espiritual, en tanto que el
remordimiento sólo nos lleva a la culpa. Sin verdadero arrepentimiento,
Pablo habría quedado a merced de sus remordimientos. La diferencia entre
arrepentimiento y remordimiento es que el arrepentimiento nos conduce al cambio
físico y espiritual, en tanto que el remordimiento sólo nos lleva a la culpa:
“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación,
de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2
Corintios 7:10).
Pablo encontró la forma de avanzar más allá del
remordimiento arrepintiéndose y después aceptando que las cosas viejas habían
muerto por el perdón de Jesucristo (2 Corintios 5:16-19). Pablo dejó su pasado
atrás y se mantuvo enfocado en lo que él podía cambiar, no en lo que no podía
(Filipenses 3:13).
Esperanza para vivir sin remordimientos
Los pasos que dio David para sobreponerse a sus
remordimientos son los mismos que dio el apóstol Pablo para salir de su pasado.
Nosotros también tenemos la capacidad de seguir los mismos pasos.
Sí, los remordimientos tienen la peculiaridad de durar más
tiempo que los errores que los causan. Los remordimientos también pueden
hacernos sentir sin valor o incapaces de hacer enmiendas. Las buenas noticias
son que hay esperanza para dejar atrás nuestros remordimientos. Debemos aceptar
el hecho de que cometimos errores —que hemos afectado negativamente la vida de
otros, nuestra propia vida y, más importante aún, nuestra relación con nuestro
Padre en los cielos. Debemos pedirle perdón a nuestro misericordioso Creador,
así como también pedirles perdón a quienes hemos afectado. Y debemos
tener fe en la misericordia de Dios.
Todos tomamos malas decisiones. Es lo que hacemos después lo
que determina la dirección de nuestra vida. No estamos condenados a vivir una
vida de auto desprecio sin esperanza de clemencia —si avanzamos, luchando por
ser mejores, luchando por vencer, luchando por vivir cada día como un ejemplo de
justicia para otros. Si seguimos estos pasos, podemos eliminar de
verdad los remordimientos.
Recuadro: Seis pasos al perdón
¿Se ha encontrado usted alguna vez en una situación en la
que era necesario pedirle perdón a Dios y a otros? Veamos algunos pasos para
recordar:
Aceptar la responsabilidad: el primer paso para obtener
perdón es admitir que hicimos algo malo. Con demasiada frecuencia las personas
caen en la negación o el juego de culpar a otros cuando hacen algo que afecta a
los demás. La Palabra de Dios nos dice: “El que encubre sus pecados no
prosperará; más el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”
(Proverbios 28:13).
Arrepentirse: cuando admitimos que cometimos un error,
nuestro siguiente paso debe ser ir delante de Dios. Nada importa más que
hacerle saber a nuestro Padre que entendemos que cometimos un error y que
queremos estar bien con Él. Debemos expresar un arrepentimiento según Dios y
pedirle que nuestros pecados sean cubiertos por el sacrificio de Jesucristo.
Arrepentirse significa cambiar —mostrar la determinación de no repetir los
pensamientos y acciones pecaminosos.
Pedir perdón: pedirle a alguien perdón por algo grave
que hayamos hecho puede ser estresante y aun aterrador. Cuando enfrentemos la
gran tarea de pedir perdón, recordemos las palabras del apóstol Pablo: “Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Reconciliarse: el acto de ser reconciliado o restituir
es un elemento fundamental del perdón. La escritura nos muestra la importancia
de hacer las paces con nuestro hermano antes de poder relacionarnos
correctamente con nuestro Padre Celestial (Mateo 5:23-24). La restitución puede
darse de muchas maneras. Puede ser restituyendo el dinero o propiedad personal,
o aun tratar de remediar el dolor causado por palabras dolorosas. Se debe hacer
lo que se pueda para corregir una situación, o la otra persona no estará
dispuesta a perdonar y a reconciliarse.
Orar por un corazón perdonador: sólo por el hecho de
que hayamos seguido los pasos anteriores, esto no significa que la persona que
hayamos ofendido esté lista y dispuesta a perdonarnos. También es importante
orar para que la otra parte también esté dispuesta a perdonarnos. Las oraciones
del justo pueden tener un efecto positivo.
Aceptar el desenlace: podemos seguir todos estos pasos
y sin haber logrado borrar los sentimientos heridos y la desconfianza que la
otra persona sienta. Tal vez no quieran perdonarnos. Si éste es el caso y usted
ha hecho todo lo posible por arreglar la situación, entonces deje el asunto en
manos de Dios. Dios sana el corazón quebrantado y sana las heridas (Salmo
147:3), pero todos tienen la responsabilidad de acudir a Dios pidiéndole la
sanidad. En este punto tenemos la responsabilidad de continuar orando por la
actitud correcta de todos los involucrados (incluyéndonos a nosotros mismos) y
dar el ejemplo correcto al avanzar.
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