Otra tarea del Espíritu Santo es que es nuestro intercesor.
(Romanos 8:26) Él tomará lo que es de Jesús y nos lo hará saber (Juan 16:
13-15). Nosotros no oramos como deberíamos, pero el Espíritu sabe cómo debemos
orar. Por el Espíritu somos llevados a diferentes situaciones en la vida diaria
que hacen que nuestra carne reaccione.
Estas situaciones nos dan luz sobre el pecado que mora en
nosotros (en nuestra carne). Todos reaccionamos de diferentes maneras, ya sea
por palabra o por acción.
Sí pensamos en lo que hemos dicho o hecho, veremos que el
pecado estuvo presente. No fueron las virtudes las que se manifestaron, pero sí
nuestra naturaleza humana. Nos damos cuenta que hicimos los que odiamos, tal
como Pablo escribe en Romanos 7:18-25.
Estas acciones involuntarias que provienen de la carne y son
puestas a la luz, se les conocen como “obras del cuerpo” y pueden presentarse
como pensamientos, palabras e incluso acciones. No hay condenación por estas
obras, porque no estamos de acuerdo en pecar conscientemente.
Sin embargo, a través del Espíritu, podemos vencer estas
acciones involuntarias después de que han salido de nuestros cuerpos; primero
amando y reconociendo la verdad sobre lo que pasó, y luego estando en
desacuerdo y odiarlas. “Porque si vivís según la carne, morirás; pero si por el
Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” Romanos 8:13.
Cuando el Espíritu es mi guía y mi fortaleza, continúo
andando en la luz y puedo vencer estas obras antes de que sucedan de nuevo.
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