Rom. 12.1-2.
Nos enfocaremos en la frase de Romanos 12:2, “mediante la
renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos
mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la
voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”. Como cristianos
exaltadores de Cristo, somos completamente inútiles si todo lo que hacemos es
adaptarnos al mundo que nos rodea.
Y la clave para no desperdiciar nuestras vidas con esta
clase de éxito y prosperidad, según Pablo, es ser transformados: “no os
adaptéis a este mundo, sino transformaos”. Esa palabra, transformación, es
utilizada solo una vez en todos los evangelios, exclusivamente, cuando se
refiere a Jesús en el monte de la transfiguración (el monte de la
transformación— la misma palabra, metemorphõthë): “y se transfiguró
delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se
volvieron blancas como la luz” (Mateo 17:2; Marcos 9:2).
LA TRANSFORMACIÓN NO
ES SOLO EXTERNA
Hago este señalamiento por una razón: para dejar claro que
la inconformidad con el mundo, no significa principalmente evadir
externamente las conductas mundanas. Está incluido. Pero usted puede evitar
toda clase de comportamiento mundano y sin embargo no ser
transformado: “su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se
volvieron blancas como la luz”. Algo así nos ocurre tanto espiritual como
moralmente. Mentalmente, primero por dentro, y después, más adelante, en la resurrección
ocurre externamente. Así habla Jesús de nosotros, en la resurrección: “Entonces
los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:43).
La transformación no es cambiar de la lista de acciones de
la carne por la lista de acciones de la ley. Cuando Pablo reemplaza la lista
—las obras— de la carne, no las cambia por la obras de la ley, sino por el
fruto del Espíritu (Gálatas 5:19-22). La alternativa cristiana ante la conducta
inmoral, no es crear una nueva lista de comportamientos. La alternativa
cristiana para la inmoralidad, es el poder triunfante y la transformación del
Espíritu Santo mediante la fe en Jesucristo —nuestro Salvador, nuestro Señor, y
nuestro Tesoro. “[Dios] nos hizo suficientes como ministros de un
nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el
Espíritu da vida” (2da a los Corintios 3:6). De modo que la transformación es
un profundo cambio interno, pagado por la sangre de Cristo, y llevado a cabo
por el Espíritu Santo.
LA LIBERTAD DE ESTAR
SUJETOS A CRISTO
Es por esto que la vida cristiana —aunque está
totalmente sometida (Romanos 8:7;
10:3), esclavizada (Romanos 6:19, 22), a la voluntad de Dios—
aparece descrita en el Nuevo Testamento como una vida radicalmente libre.
“Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, hay libertad” (2da a los Corintios 3:17). “Para libertad
fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis
otra vez al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). En Cristo somos libres, porque
cuando hacemos de corazón lo que amamos hacer, somos libres, si
aquello que amamos hacer es lo que debemos hacer. Y ese es el
significado de la transformación: cuando somos transformados en Cristo, amamos
hacer aquello que debemos hacer. Eso es libertad.
UN MEDIO DE
TRANSPORTE ESENCIAL: LA RENOVACIÓN DE LA MENTE.
Y en Romanos 12:2 Pablo se enfoca en un medio de transporte
esencial —“la renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis a este mundo,
sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente”. ¡Oh, cuán
importante es!
Si anhela liberarse de la conformidad con el mundo,
Si anhela ser transformado desde adentro hacia afuera y
volverse un nuevo ser,
Si anhela dejar de ser un simple cristiano manejado por el
deber, y anhela comenzar a hacer lo que ama hacer, hacerlo porque lo que ama
hacer es lo que debe hacer,
Si anhela ofrecer su cuerpo como un sacrificio vivo, a fin
de que toda su vida sea un acto espiritual de adoración y muestre el valor de
Cristo por encima del valor del mundo.
Entonces entréguese con todas sus fuerzas y persiga la
renovación de su mente. Porque la Biblia dice, que esa es la clave para
alcanzar la transformación: “la renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis
a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente”.
¿Qué pasa con la mente humana? ¿Por qué nuestras mentes
necesitan ser renovadas? ¿Y cómo es esta renovación? ¿Y cómo podemos buscar y
disfrutar de esta renovación?
EL PROBLEMA DE
NUESTRAS MENTES
Hay muchos que piensan que el único problema de la mente
humana es que no tiene acceso a todo el conocimiento que necesita. Así que la
educación se vuelve el gran instrumento para alcanzar la redención —tanto
personal como social. Si las personas simplemente tuvieran más educación, no
utilizarían sus mentes para inventar estafas elaboradas, y complots terroristas
sofisticados, y complejos esquemas para la malversación, ni manipularían con
las muchas palabras, ni la grosería radial de mentalidad ágil ¡Si
solo tuviera más educación!
La Biblia hace un análisis más profundo acerca de este
problema. En Efesios 4:23 Pablo utiliza una frase impactante para paralelizar
Romanos 12:2. Dice: “y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente”.
Ahora bien, ¿qué significa para el mundo?: “el espíritu de vuestra mente”. Al
menos, significa que la mente humana no es una sofisticada computadora
procesadora de datos que luego muestra fielmente estos datos al corazón para
que éste dé una respuesta emocional apropiada. La mene tiene un “espíritu”. En
otras palabras, nuestras mentes tienen algo que solemos llamar “mentalidad”. No
solo tiene una opinión, tiene un punto de vista. No solo tiene el poder de
percibir y detectar; también tiene una postura, una conducta, una orientación,
una actitud, una inclinación. “y que seáis renovados en
el espíritu de vuestra mente”.
El problema de nuestras mentes no radica simplemente en el
hecho de que no somos infinitos, y por tanto, no tenemos toda la información.
El problema es que nuestras mentes están caídas. Nuestras mentes tienen un
espíritu, una inclinación, una mentalidad que es hostil a la supremacía
absoluta de Dios. Nuestras mentes están inclinadas a no ver a Dios como
infinitamente más digno de alabanza que nosotros, o que las cosas que hacemos o
logramos.
Es lo que vimos la semana pasada en Romanos 1:28: “Y así
como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente
depravada”. Así somos por naturaleza. No queremos ver a Dios como digno de ser
reconocido y atesorado por encima de todas las cosas. Y usted sabe que esto es
cierto acerca de sí por lo poco en que se esfuerza para conocer a Dios, y por
lo mucho que le cuesta a su mente dedicar algo de tiempo para conocer mejor a
Dios. La Biblia dice que hemos cambiado “la gloria del Dios incorruptible por
una imagen en forma de hombre corruptible” (Romanos 1:23). Y la imagen en
el espejo es la imagen mortal que más adoramos.
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