La Biblia revela que en el tiempo del fin grandes plagas
devastarán los sistemas hídricos de la Tierra. Pero, tras el regreso de Cristo,
nuestro planeta se verá lleno de aguas frescas que darán vida aun a la tierra
más árida.
Así como Dios prometió que la obediencia traería bendición,
también advirtió que la desobediencia conlleva castigos, como la escasez de
agua (Deuteronomio 28:23-24; Salmos 107:33-34). La creciente sequía que hoy
vemos en el mundo es una de las consecuencias de la desobediencia, y, de hecho,
en el tiempo del fin el agua será uno de los factores que conducirá a la
humanidad al arrepentimiento.
Las plagas de las trompetas.
La profecía bíblica describe una época en que los pecados de
la humanidad aumentarán tanto que Cristo deberá intervenir para evitar que nos
auto destruyamos (Mateo 24:21). Cuando esto suceda, Dios castigará al mundo con
una serie de plagas anunciadas por trompetas, de las cuales dos afectarán
directamente los océanos y las aguas dulces (Apocalipsis 8:8-11).
Con la plaga de la segunda trompeta, un tercio del mar se
convertirá en sangre y un tercio de las criaturas marinas morirá. Después de la
tercera trompeta, las aguas dulces serán contaminadas y envenenadas, causando
la muerte de muchos.
Lamentablemente, la humanidad no se arrepentirá de sus
pecados ni aun después de seis terribles plagas (Apocalipsis 9:20-21).
Las últimas plagas.
De hecho, la mayoría de la gente se resistirá a arrepentirse
incluso cuando la séptima trompeta haya anunciado el regreso de Jesucristo, y
entonces Dios enviará siete catastróficas “copas de la ira” sobre la humanidad.
Nuevamente, dos de ellas tendrán un impacto directo en el agua: tanto las aguas
del mar como las aguas dulces se convertirán en sangre y todo lo que haya en
ellas morirá (Apocalipsis 16:1-6).
Rodeados del nauseabundo hedor de la mortandad y el terrible
sufrimiento que implica un planeta sin agua, los obstinados seres humanos que
hayan quedado sin duda estarán un paso más cerca del arrepentimiento.
Cristo restaurará todas las cosas, física y espiritualmente.
Cuando Cristo regrese, la Tierra estará en un estado de caos
difícil de imaginar. Sin embargo, en medio de esta devastación, Dios promete un
futuro de restauración relacionado con las aguas frescas y curativas.
Pedro describe el tiempo posterior al regreso de Cristo como
un tiempo “de refrigerio” y de “restauración de todas las cosas” (Hechos
3:19-21). Isaías hizo una descripción maravillosa de esa nueva era: “se
alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la
rosa...
Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo;
porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar
seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas” (Isaías 35:1,
6-7).
Ezequiel profetizó: “la tierra asolada será labrada, en
lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. Y dirán:
Esta tierra que era asolada ha venido a ser como el huerto de Edén” (Ezequiel
36:34-35). (Consulte también Isaías 41:18-20; 43:19-20 y Salmos 107:35-38.)
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