A través de la Biblia, la ley de Dios y su gracia están
entretejidas. Ellas no se oponen entre sí, como algunos piensan. ¿Qué dice
realmente la Biblia acerca de la ley y la gracia?
La Biblia revela cómo piensa Dios. Contiene leyes que Dios
dio “para nuestro beneficio” (Deuteronomio 10:13; Romanos 7:12). Estas leyes
son reglas benéficas de familia que nos muestran cómo amar a Dios de la forma
en que Él quiere ser amado y cómo amar a los seres humanos de la forma que
promueve la más grande paz y felicidad.
Las leyes de Dios no son una carga sino una bendición (1
Juan 5:3).
No obstante, la verdad es que ningún ser humano, excepto
Jesucristo, ha obedecido perfectamente las leyes de Dios. Ir en contra de la
perfecta y santa ley de Dios crea una barrera entre nosotros y nuestro santo
Creador. Su justicia perfecta no puede coexistir con la vil corrupción del
pecado. Si alguna vez vamos a gozar de la relación de familia que Dios tanto
desea, la horrible mancha del pecado debe ser removida.
Si bien la ley define el pecado, y nos muestra claramente
qué acciones están bien y qué acciones hay que evitar, el guardar la ley—aun
guardándola perfectamente—no puede remover el castigo por nuestros pecados
pasados para reconciliarnos con Dios. Nosotros somos salvos “para” buenas
obras, no “por” buenas obras (Efesios 2:10).
La gracia de Dios—su amor y misericordia y todos sus
generosos dones—hace posible la reconciliación. La gracia no remueve las leyes
benéficas pero, a través del sacrificio de Cristo, paga la pena del pecado.
No se trata de ley contra la gracia. La revelación de Dios
es que la ley y la gracia deben trabajar juntas.
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