¿Por qué es tan importante que venga el Reino de Dios? ¿Por
qué Jesucristo nos enseñó a pedir por su venida?
Poco después de iniciar su ministerio, Jesús enseñó
a sus discípulos la manera correcta de orar a través del ejemplo que muchos
conocen como el “Padre nuestro”. Esta oración nos enseña los temas específicos
que debemos incluir en nuestras oraciones, no las palabras exactas que debemos
decir cada vez que oramos.
Luego de destacar la necesidad de dirigirse a Dios el Padre,
Cristo enseñó a sus discípulos que debían pedir “Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Lucas 11:2, énfasis
añadido). Pero, ¿por qué debemos pedir a Dios: “venga tu reino”?
El Reino de Dios fue
un tema sobre el cual Jesucristo predicó muy a menudo durante su ministerio en
la tierra. En Mateo 24:14 nos dice que “será predicado este evangelio [buenas
noticias] del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin”. Y en Mateo 6:33 nos insta diciendo: “buscad
primeramente el reino de Dios”. Pero, ¿por qué?
En Mateo 24:21-22, Cristo también revela que, antes de aquél
“fin” habrá un tiempo de “gran tribulación, cual no la ha habido desde el
principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen
acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días
serán acortados”. ¿Qué tiene esto que ver con nosotros? ¿Y cómo es que la
humanidad llegará a tal punto?
Los seres humanos son incapaces de resolver sus problemas.
Seis mil años de historia humana han comprobado que los
hombres no pueden resolver sus problemas de convivencia sin recurrir a la
guerra. De hecho, como explica Max Lucado, “De acuerdo con el Canadian Journal
del ejército, la guerra ha dominado la historia documentada. Desde 3600 a.C.,
el mundo ha conocido sólo 292 años de paz. Durante este período ha habido
14.531 guerras y se estima que 3.640 millones de vidas se han perdido en
ellas”.
Esta evidente tendencia de los seres humanos hacia la
violencia lamentablemente ha dado pie a la teoría de que la guerra es un
fenómeno normal y necesario para que puedan darse los pocos años de paz que el
mundo ha tenido.. Y como consecuencia de esta idea, la humanidad permanece en
guerra casi sin tregua; si creemos que la guerra es necesaria, tendremos
guerra.
El problema del razonamiento humano.
Pero el razonamiento humano sin la guía de Dios puede ser
muy peligroso. Como advierte el profeta Jeremías, “el hombre no es señor de su
camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).
En otras palabras, Jeremías está reconociendo que el hombre
no puede gobernarse a sí mismo apropiadamente ni tomar buenas decisiones por sí
solo. Si bien la psicología popular nos aconseja buscar las respuestas a los
problemas de la vida en nuestro interior, la verdad es que no siempre tenemos
las respuestas. Como leemos en Proverbios 14:12, “Hay camino que al hombre le
parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.
Lo que muchos ignoran es que los problemas más graves de la
humanidad son de índole espiritual. Lamentablemente, nuestra forma natural de
pensar y actuar tiende a ser contraria a la voluntad de Dios.
En Romanos 8:6-7, el apóstol Pablo describe esta debilidad
humana diciendo: “Porque el ocuparse de la carne [seguir nuestra manera natural
de pensar] es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto
los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la
ley de Dios, ni tampoco pueden”.
Y, a través del profeta Isaías, Dios reprende al pueblo de
Israel con las siguientes palabras: “vuestras iniquidades han hecho división
entre vosotros y vuestro Dios…Porque vuestras manos están contaminadas de
sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira,
habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por la justicia, ni quien
juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben
maldades, y dan a luz iniquidad” (Isaías 59:2-4).
Luego, Isaías continúa describiendo las consecuencias de
rechazar a Dios: “el prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en
pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de
corazón palabras de mentira. Y el derecho se retiró, y la justicia se puso
lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la
verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio
Jehová, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho” (vv. 13-15).
“La mentira”
Al acercarse el fin de esta era—justo antes del regreso de
Jesucristo—el rechazo del hombre a la ley de Dios y el pensamiento tergiversado
que se deriva inevitablemente de esto, llevarán a muchos a caer en el engaño de
un falso líder religioso.
Como leemos en 2 Tesalonicenses 2, durante los tiempos del
fin existirá una persona que se sentará en el templo de Dios y engañará a
muchos, a quienes Dios “envía un poder engañoso, para que crean la
mentira” (v. 11).
Esto no significa que Dios engañará a la gente
deliberadamente; más bien, les permitirá hacer lo que deseen y tomar
sus propias decisiones, lo cual incluye rechazar a Dios y sus enseñanzas. Pero,
cuando un ser humano elige seguir su propio camino en lugar del camino de Dios,
pierde la capacidad de tomar decisiones sensatas. El rechazo que los países han
demostrado tratando de quitar Dios y la Biblia de la vista de todos es un claro
ejemplo de esto. A medida que los seres humanos olvidan a Dios y sus
mandamientos, van perdiendo más y más la guía espiritual que tanto necesitan.
Rechazar a Dios siempre trae consecuencias.
La historia de Adán y Eva nos revela la razón por la cual
los seres humanos han perdido la capacidad de tomar buena decisiones. Como
leemos en Génesis 2:15-17, Dios estaba y sigue estando a cargo de todo; Él
mismo se muestra como Rey y Creador. En un principio, era el quien tenía la
autoridad sobre la vida humana y es por esto que entregó sus mandamientos para
regularla. Lamentablemente, Adán y Eva decidieron rechazar esta revelación
divina y negar la autoridad de Dios en sus vidas.
Adán y Eva creyeron la mentira de Satanás, quien les aseguró
que el hombre era capaz de tomar decisiones propias sin la guía de Dios y aun
así obtener buenos resultados (Génesis 3:1-7; 9:11). Esa fue “la mentira” que
engañó a los primeros seres humanos. Y fue Satanás quien inició la falsa
creencia de que el hombre puede decidir qué es correcto e incorrecto sin la
ayuda de Dios.
Este pensamiento es la base de la moderna relativización de
la verdad,
que ha llevado a muchos a tomar las enseñanzas de la Biblia como meras
opiniones. Pero, como dijo Jesucristo, la Palabra de Dios “es verdad” (Juan
17:17). Es el pensamiento tergiversado que resulta del rechazo a la guía de
Dios lo que ha conducido a la humanidad hacia una vida de pecado y violencia
(consulte Romanos 1 e Isaías 59), lo cual también vemos ilustrado en los
primeros capítulos de Génesis. La violencia es nada menos que el fruto de una
decisión equivocada.
¿Por qué es necesario que venga el reino de Dios?
¿Existe alguna cura para este errado pensamiento humano que
produce guerras, violencia, dolor y sufrimiento?
La respuesta está en “venga tu reino”. El Reino de Dios, gobernado por
Jesucristo, es lo único que puede salvar a los seres humanos de sí mismos.
Jesucristo predicó sobre un reino y mundo nuevo donde “el
Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da”
(Daniel 4:17), un reino donde la naturaleza de los hombres será transformada a
medida que decidan obedecer a su Creador.
Actualmente, el ser humano no puede gobernarse a sí mismo
porque ha rechazado la revelación y autoridad de Dios; en lugar de obedecer a
Dios, lo cual produce paz, se ha tomado la libertad de decidir lo que es
correcto e incorrecto, perjudicándose a sí mismo. Jesús nos enseñó a pedir
“venga tu reino” porque sabía que el hombre y su naturaleza llevarían al mundo
a ese punto en que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo”.
Nuestra parte.
La decisión más importante que tomaremos alguna vez es
determinar quién será el Señor de nuestra vida. Si nos sometemos a la autoridad
de Dios y obedecemos sus mandamientos, encontraremos el camino a la paz y la
vida eterna.
Cuando pedimos a Dios “venga tu reino” en nuestras oraciones
cotidianas, también recordamos nuestra responsabilidad para con Dios y
reforzamos la visón del futuro maravilloso que Dios ha preparado para quienes
le obedecen—un futuro glorioso que seguramente no querrá perderse. ¡No olvide
pedir a Dios “venga tu reino” y vivir por esa esperanza!
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