Generalmente, los pactos de Dios no son entendidos a
cabalidad. En palabras simples, estos pactos son acuerdos misericordiosos que
Dios hace con los seres humanos. Comprender de qué se tratan nos ayuda a
entender más sobre el plan que Él tiene para nosotros.
En pocas palabras, un pacto es un acuerdo. Y en la Biblia
esta palabra se usa a menudo para describir los acuerdos que Dios ha hecho con
diferentes personas, donde Él ofrece promesas maravillosas y pide que se
obedezcan ciertas reglas a cambio.
Pero, si bien Dios pide obediencia, sus promesas siempre
sobrepasan la recompensa que esta merecería. En realidad, las promesas de Dios
no son el pago por los esfuerzos humanos de estas personas, sino más bien una
demostración de su amor.
Y los pequeños requerimientos que Dios tiene también están
motivados por ese amor. Las leyes de Dios fueron creadas para nuestro
beneficio; ¡obedecerlas y amar a quien las creó trae bendiciones automáticas!
Entonces, es totalmente lógico que Dios nos pida obediencia y lealtad antes de
darnos sus regalos inmerecidos.
Ejemplos de pactos.
Dios hizo un pacto con Noé de nunca más destruir la tierra
con un diluvio (Génesis 9:11). También hizo un pacto con Abraham de dar
bendiciones físicas a sus descendientes y bendecir espiritualmente a toda la
humanidad por medio de Jesucristo (Génesis 12:1-3; 22:16-18; Gálatas 3:8, 16).
Pero, uno de los pactos más importantes de la Biblia es el
que Dios hizo con el pueblo de Israel en el Monte Sinaí. Por medio de este,
Dios prometió bendecir a la nación entera y el pueblo se comprometió a obedecer
las provechosas leyes de su Creador (Éxodo 24:3).
Sin embargo, como lo relata el Antiguo Testamento, el pueblo
de Israel no cumplió su parte del trato. Es por esto que, en Deuteronomio 5:29,
Dios se lamenta diciendo: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me
temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y
a sus hijos les fuese bien para siempre!”. El libro de Hebreos luego revela que
la causa del fracaso de Antiguo Pacto no fue el acuerdo en sí, sino el
incumplimiento de Israel (Hebreos 8:8).
El Nuevo Pacto
Afortunadamente, Jesucristo vino a la tierra para dar paso a
un Nuevo Pacto que resolvería este problema. A través de su misericordioso
sacrificio, Él pagó la pena de muerte que toda la humanidad merece por sus
pecados e hizo posible que nuestros pecados sean perdonados si nos
arrepentimos.
Esto a su vez permite que Dios nos ofrezca su Espíritu Santo, lo
que da comienzo al proceso de transformar nuestro corazón de tal forma que
podemos internalizar y obedecer las leyes buenas y provechosas de Dios con un
amor fiel que no podríamos tener sin su Santo Espíritu (Hebreos 10:16-17).
En el Nuevo Pacto, Dios no sólo nos promete la vida eterna,
sino que además nos da la ayuda espiritual que necesitamos para poder cumplir
nuestra parte del acuerdo. Sin duda, es absolutamente absurdo pensar que
podríamos ganar el perdón o la vida eterna por nosotros mismos, pero aun así
Dios nos pide obediencia por nuestro propio bien. Él sólo dará vida eterna a
quienes decidirán seguir su camino de gozo y paz por toda la eternidad, no a
aquellos que escojan el camino del egoísmo, la rebeldía y la miseria.
La Biblia tiene mucho más que decir sobre los acuerdos
misericordiosos de Dios con la humanidad—sus pactos. Le invitamos a leer más de
nuestros artículos en la sección “Pactos” y a escoger el camino de vida y
esperanza basado en la verdad de Dios.
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