¿Por qué Dios
tiene el título de Padre? ¿Padre de quién? ¿Cómo cumple Dios el rol de Padre en
nuestras vidas? ¿Y qué debemos aprender de esta importante faceta de
nuestro Creador?
El capítulo 4
del libro de Apocalipsis describe vívidamente el trono de Dios. El versículo 8
nos habla de impresionantes criaturas que lo alaban constantemente con el
nombre de “Señor Dios Todopoderoso”, y dos versículos más adelante vemos como
24 ancianos se postran y echan sus coronas delante de su trono. Todas estas son
muestras de humildad y alabanza al Todopoderoso Creador de todas las cosas.
La Biblia
describe a Dios como un Ser absolutamente poderoso y fuerte. En Salmos 62:11,
por ejemplo, leemos: “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de
Dios es el poder” (énfasis añadido). Y Hebreos 12:29 nos dice que “nuestro
Dios es fuego consumidor”.
Pero si bien
Dios es el Creador omnipotente y Señor de todo, a quien debemos respeto y
reverencia, Él también se describe a sí mismo como un Padre. Y como veremos,
todos los significados de este título son muy reveladores en cuanto al carácter
de Dios y su plan para la humanidad.
Significados de
“padre”
La palabra
“padre” puede referirse a quien dio vida a otra persona o a quien creó, originó
o fundó algo. James Naismith, por ejemplo, se conoce como el “padre” del
baloncesto por haber inventado el juego hace más de 100 años. Y Abraham es
llamado padre de los fieles porque la promesa de vida eterna por medio de la fe
comenzó con él (Romanos 4:16).
Por otro lado,
todos tenemos un padre físico que nos dio la vida, a quien llamamos “padre” y
de quien proviene nuestro apellido —como es costumbre en la mayor parte del
mundo.
Sin embargo,
tener el título de padre no siempre es algo positivo. En cierta ocasión, Jesús
dijo a un grupo de sus contemporáneos que se caracterizaba por su hipocresía:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). Esto no significa que
Satanás les dio la vida; significa que estaban siguiendo su ejemplo de
desviación espiritual. Satanás es el padre de la mentira y los homicidios
porque inspira a otros a hacer lo mismo que él.
Dios el Padre,
en cambio, es la fuente de la verdad y el amor (Juan 17:17; 1 Juan 4:16).
Padre por
creación
En Efesios
3:14-15 leemos: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro
Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la
tierra”.
En otras
palabras, todo lo que hay en el cielo y en la tierra está bajo la autoridad de
Dios. Por ser el Creador de todo, Dios es Padre tanto de los ángeles (Job 1:6;
38:7) como de los hombres (Malaquías 2:10; Lucas 3:38). De Él proviene todo lo
que existe; Él es el Padre de todo ser viviente (1 Timoteo 4:16). No es extraño
entonces que Pablo se haya referido a Dios como Cabeza de una gran familia.
Más
específicamente, Dios también se muestra como Padre del pueblo de Israel
—descendientes de Abraham por la línea de Isaac y Jacob. Fue Él quien los sacó
de la esclavitud para darles vida e identidad como nación y llamarlos suyos, su
hijo primogénito (Éxodo 4:22). En Jeremías 31:9 Dios afirma: “soy a Israel por
padre, y Efraín es mi primogénito”.
Cristo: su Hijo
unigénito
Pero a
diferencia de otros seres humanos, Jesucristo es Hijo de Dios de una manera muy
particular. La Biblia lo identifica como “Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5:7)
y Dios mismo le dice “Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Salmos 2:7).
Además, Jesucristo se refirió a Dios como su Padre en muchas ocasiones. Y no
podemos olvidar el conocido Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito”.
Es cierto, Dios
creó a Adán y Eva del polvo de la tierra y les dio vida; pero ninguno de ellos
tuvo una madre ni fue concebido. Jesucristo es el único Ser que ha nacido de
una virgen, concebido en el vientre de María por el Espíritu de Dios (Lucas
1:35). Esto literalmente lo hace el Hijo unigénito de Dios. Con excepción de
Cristo, todos los seres humanos tenemos padres físicos. Por lo tanto, Dios es
Padre de Jesucristo de una manera que no lo es para ningún otro ser.
Nuestro Padre
espiritual
Pero el mensaje
de Jesucristo nos revela otro aspecto muy interesante del papel de Dios como
nuestro Padre. Aunque ya todos hemos nacido físicamente, Dios quiere darnos la
oportunidad de un nuevo comienzo espiritual que eventualmente podría llevarnos
a la vida eterna en su reino.
Por medio del
arrepentimiento, bautismo y recepción del Espíritu Santo (Hechos 2:38), el Dios
Todopoderoso puede llegar a convertirse en nuestro Padre de una manera muy
especial. Él pasa a ser nuestro Padre y nosotros sus hijos cuando nos
convertimos espiritualmente; “Porque todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).
En Romanos 8:9
Pablo nos dice: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu,
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros”. ¡Por supuesto que vivimos
según la carne en el sentido literal! Pero aquí Pablo está hablando desde el
punto de vista de Dios. Nuestra vida espiritual comienza desde lo más pequeño;
al principio somos solo bebés (1 Pedro 2:2) que deben ir creciendo en madurez
espiritual, hasta el momento de la muerte o hasta que Cristo regrese (1
Tesalonicenses 4:15-17).
La base de esta
nueva vida es que Dios pone su Espíritu dentro de nosotros. Con su Espíritu no
sólo podemos comenzar a entender verdades y principios espirituales (1
Corintios 2:9-11), sino además tener una relación muy cercana y personal con
nuestro Padre. Tanto así que, como dice Pablo, ahora podemos llamarlo “¡Abba,
Padre!” (Romanos 8:15).
Una relación
personal
Según
el Diccionario Bíblico Conciso Holman, “Abba es la transliteración de
‘padre’ en arameo e implica especial familiaridad e intimidad”. Y
el Easton’s Bible Dictionary [Diccionario bíblico de Easton] nos dice
que esta palabra “expresa afecto cálido y confianza filial”.
En el Nuevo
Testamento, Dios nos revela que podemos tener una relación personal, cálida e
íntima con Él —una que va mucho más allá de simplemente reconocerlo como
nuestro Creador, que nos da leyes provechosas para nuestra felicidad y
plenitud. Dios realmente nos ve como sus hijos y nos permite disfrutar de la
conexión y el amor que solo puede existir entre un padre y sus hijos. Ahora no
somos solo siervos de un Señor; somos hijos de un Padre amoroso.
Esto sin duda
nos recuerda el primer capítulo de Génesis, cuando Dios dice: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (v. 26). ¡Dios quiere
que sus hijos lleguen a ser como Él incluso en naturaleza! (2 Pedro 1:4).
Un padre amoroso
Dios es Padre de
la humanidad en muchos sentidos. Pero su rol más importante es el de Padre
espiritual. Para un cristiano, Dios verdaderamente es un Padre amoroso con todo
lo que eso conlleva. Nos da vida (Juan 3:3); nos ama (Juan 3:16); nos premia
por nuestro esfuerzo (Hebreos 11:6); nos habla a través de su palabra (Juan
17:17; Efesios 1:13; Colosenses 1:5; 1 Tesalonicenses 2:13); nos corrige con
amor (Hebreos 12:3-11); y, lo que es más importante, nos dará el regalo de la
vida eterna en su reino por medio de su gracia (Romanos 6:23; Efesios 2:5), si
nos arrepentimos de nuestros pecados y obedecemos sus mandamientos (Hechos
2:38).
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