martes, 28 de abril de 2020

Dios, el Padre.



¿Por qué Dios tiene el título de Padre? ¿Padre de quién? ¿Cómo cumple Dios el rol de Padre en nuestras vidas? ¿Y qué debemos aprender de esta importante faceta de nuestro Creador?
El capítulo 4 del libro de Apocalipsis describe vívidamente el trono de Dios. El versículo 8 nos habla de impresionantes criaturas que lo alaban constantemente con el nombre de “Señor Dios Todopoderoso”, y dos versículos más adelante vemos como 24 ancianos se postran y echan sus coronas delante de su trono. Todas estas son muestras de humildad y alabanza al Todopoderoso Creador de todas las cosas.
La Biblia describe a Dios como un Ser absolutamente poderoso y fuerte. En Salmos 62:11, por ejemplo, leemos: “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que de Dios es el poder” (énfasis añadido). Y Hebreos 12:29 nos dice que “nuestro Dios es fuego consumidor”.
Pero si bien Dios es el Creador omnipotente y Señor de todo, a quien debemos respeto y reverencia, Él también se describe a sí mismo como un Padre. Y como veremos, todos los significados de este título son muy reveladores en cuanto al carácter de Dios y su plan para la humanidad.
Significados de “padre”
La palabra “padre” puede referirse a quien dio vida a otra persona o a quien creó, originó o fundó algo. James Naismith, por ejemplo, se conoce como el “padre” del baloncesto por haber inventado el juego hace más de 100 años. Y Abraham es llamado padre de los fieles porque la promesa de vida eterna por medio de la fe comenzó con él (Romanos 4:16).
Por otro lado, todos tenemos un padre físico que nos dio la vida, a quien llamamos “padre” y de quien proviene nuestro apellido —como es costumbre en la mayor parte del mundo.
Sin embargo, tener el título de padre no siempre es algo positivo. En cierta ocasión, Jesús dijo a un grupo de sus contemporáneos que se caracterizaba por su hipocresía: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). Esto no significa que Satanás les dio la vida; significa que estaban siguiendo su ejemplo de desviación espiritual. Satanás es el padre de la mentira y los homicidios porque inspira a otros a hacer lo mismo que él.
Dios el Padre, en cambio, es la fuente de la verdad y el amor (Juan 17:17; 1 Juan 4:16).
Padre por creación
En Efesios 3:14-15 leemos: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra”.
En otras palabras, todo lo que hay en el cielo y en la tierra está bajo la autoridad de Dios. Por ser el Creador de todo, Dios es Padre tanto de los ángeles (Job 1:6; 38:7) como de los hombres (Malaquías 2:10; Lucas 3:38). De Él proviene todo lo que existe; Él es el Padre de todo ser viviente (1 Timoteo 4:16). No es extraño entonces que Pablo se haya referido a Dios como Cabeza de una gran familia.
Más específicamente, Dios también se muestra como Padre del pueblo de Israel —descendientes de Abraham por la línea de Isaac y Jacob. Fue Él quien los sacó de la esclavitud para darles vida e identidad como nación y llamarlos suyos, su hijo primogénito (Éxodo 4:22). En Jeremías 31:9 Dios afirma: “soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito”.
Cristo: su Hijo unigénito
Pero a diferencia de otros seres humanos, Jesucristo es Hijo de Dios de una manera muy particular. La Biblia lo identifica como “Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5:7) y Dios mismo le dice “Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Salmos 2:7). Además, Jesucristo se refirió a Dios como su Padre en muchas ocasiones. Y no podemos olvidar el conocido Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”.
Es cierto, Dios creó a Adán y Eva del polvo de la tierra y les dio vida; pero ninguno de ellos tuvo una madre ni fue concebido. Jesucristo es el único Ser que ha nacido de una virgen, concebido en el vientre de María por el Espíritu de Dios (Lucas 1:35). Esto literalmente lo hace el Hijo unigénito de Dios. Con excepción de Cristo, todos los seres humanos tenemos padres físicos. Por lo tanto, Dios es Padre de Jesucristo de una manera que no lo es para ningún otro ser.
Nuestro Padre espiritual
Pero el mensaje de Jesucristo nos revela otro aspecto muy interesante del papel de Dios como nuestro Padre. Aunque ya todos hemos nacido físicamente, Dios quiere darnos la oportunidad de un nuevo comienzo espiritual que eventualmente podría llevarnos a la vida eterna en su reino.
Por medio del arrepentimiento, bautismo y recepción del Espíritu Santo (Hechos 2:38), el Dios Todopoderoso puede llegar a convertirse en nuestro Padre de una manera muy especial. Él pasa a ser nuestro Padre y nosotros sus hijos cuando nos convertimos espiritualmente; “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).
En Romanos 8:9 Pablo nos dice: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros”. ¡Por supuesto que vivimos según la carne en el sentido literal! Pero aquí Pablo está hablando desde el punto de vista de Dios. Nuestra vida espiritual comienza desde lo más pequeño; al principio somos solo bebés (1 Pedro 2:2) que deben ir creciendo en madurez espiritual, hasta el momento de la muerte o hasta que Cristo regrese (1 Tesalonicenses 4:15-17).
La base de esta nueva vida es que Dios pone su Espíritu dentro de nosotros. Con su Espíritu no sólo podemos comenzar a entender verdades y principios espirituales (1 Corintios 2:9-11), sino además tener una relación muy cercana y personal con nuestro Padre. Tanto así que, como dice Pablo, ahora podemos llamarlo “¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).
Una relación personal
Según el Diccionario Bíblico Conciso Holman, “Abba es la transliteración de ‘padre’ en arameo e implica especial familiaridad e intimidad”. Y el Easton’s Bible Dictionary [Diccionario bíblico de Easton] nos dice que esta palabra “expresa afecto cálido y confianza filial”.
En el Nuevo Testamento, Dios nos revela que podemos tener una relación personal, cálida e íntima con Él —una que va mucho más allá de simplemente reconocerlo como nuestro Creador, que nos da leyes provechosas para nuestra felicidad y plenitud. Dios realmente nos ve como sus hijos y nos permite disfrutar de la conexión y el amor que solo puede existir entre un padre y sus hijos. Ahora no somos solo siervos de un Señor; somos hijos de un Padre amoroso.
Esto sin duda nos recuerda el primer capítulo de Génesis, cuando Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (v. 26). ¡Dios quiere que sus hijos lleguen a ser como Él incluso en naturaleza! (2 Pedro 1:4).
Un padre amoroso
Dios es Padre de la humanidad en muchos sentidos. Pero su rol más importante es el de Padre espiritual. Para un cristiano, Dios verdaderamente es un Padre amoroso con todo lo que eso conlleva. Nos da vida (Juan 3:3); nos ama (Juan 3:16); nos premia por nuestro esfuerzo (Hebreos 11:6); nos habla a través de su palabra (Juan 17:17; Efesios 1:13; Colosenses 1:5; 1 Tesalonicenses 2:13); nos corrige con amor (Hebreos 12:3-11); y, lo que es más importante, nos dará el regalo de la vida eterna en su reino por medio de su gracia (Romanos 6:23; Efesios 2:5), si nos arrepentimos de nuestros pecados y obedecemos sus mandamientos (Hechos 2:38).

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