Los amigos de Daniel,
Sadrac, Mesac y Abed-Nego, eran consejeros del rey Nabucodonosor de Babilonia.
¿Qué podemos aprender de sus experiencias?
El relato bíblico de
tres jóvenes judíos —Ananías, Misael y Azarías— y su amigo, Daniel, comienza
cuando los cuatro fueron llevados cautivos de sus hogares en Jerusalén en el
año 605 a.C., durante el sitio del rey Nabucodonosor de Babilonia. Los cuatro
eran jóvenes inteligentes, bien parecidos, en el momento de su captura y
parecían ser parte de la familia real o una familia noble de Judá (Daniel
1:3-4).
El programa de
entrenamiento de tres años
De una forma
diferente a lo que hacían la mayor parte de los reyes victoriosos, que
típicamente sólo le permitían a las personas de su propio pueblo gobernar en
tanto que esclavizaban a las personas conquistadas, el rey Nabucodonosor
decidió entrenar para el servicio de su gobierno las mejores mentes dentro de
su reino, sin importar su raza. Con esta base, Daniel y sus tres amigos fueron
seleccionados por Aspenaz, el principal oficial de la corte, para un programa
de tres años, en el cual les sería enseñado el lenguaje y la literatura de los
babilonios.
Una de las primeras
cosas que ocurrieron con esos cuatro jóvenes fue que sus nombres fueron
cambiados (v. 7). Como Matthew Henry anota en su comentario: “Sus nombres
hebreos, que habían recibido en el momento de la circuncisión, tenían algo de
Dios o Jah en ellos: Daniel —Dios es mi juez; Ananías —la gracia del
Señor; Misael —El Dios fuerte; Azarías —El Señor en una ayuda. Para hacer que
se olvidaran del Dios de sus padres, la guía de su juventud, les dieron nombres
que tenían la connotación de la idolatría caldea. Beltasar significa
el guardián de los tesoros ocultos de Bel; Sadrac —la inspiración del
sol, al que los caldeos adoraban; Mesac —de la diosa Sac, nombre bajo el
cual Venus era adorada; Abed-Nego, el siervo del fuego iluminado, que
ellos también adoraban (Comentarios acerca de Daniel 1:1-7).
Si bien había otras
personas en este programa de entrenamiento (vv. 10, 19), Daniel y sus tres
amigos pronto sobresalieron por la comida y la bebida que querían consumir.
Aunque aparentemente Daniel fue el primero que se negó a consumir la comida y
la bebida del rey (v. 8), Sadrac, Mesac y Abed-Nego pronto mostraron que tenían
la misma determinación (v. 10).
Si bien no se nos
dice específicamente por qué Daniel no quería “contaminarse” con las
provisiones del rey (v. 8), todo parece indicar que la comida del rey podría
incluir la carne de animales que Dios había dicho que no debía comerse
(Levítico 11; Deuteronomio 14) o que también podría haber incluido grasa animal
que Dios también había dicho que no debía consumirse (Levítico 7:23). En cuanto
a la razón por la cual Daniel y sus amigos se rehusaron a tomar vino, que Dios
permitía consumir en moderación, podría ser que parte de ese vino pudiera haber
sido usada como una ofrenda de bebida a la deidad pagana (Comentario de
Soncino).
Aunque el supervisor
babilonio estaba renuente a complacer la petición de estos cuatro hombres de no
comer ni beber de la provisión diaria del rey para ellos, él les permitió hacer
una prueba de 10 días con la comida y la bebida que ellos pedían. Debido a que
ellos lucían sanos al final de este período, les permitieron seguir con la dieta
de vegetales y agua que habían solicitado (vv. 12, 16).
Hay una importante
lección que encontramos en esta primera prueba documentada de la fe de estos
jóvenes. Podría haber sido relativamente fácil razonar que ya que ahora eran
cautivos en tierra extraña, sólo debían someterse al programa del rey en lugar
de tratar de retener los estándares de conducta que habían seguido mientras
estaban en Jerusalén. Pero ellos no abandonaron su fe. La fe real significa
obedecer a Dios aun en medio de circunstancias difíciles. Como pronto veremos,
esta prueba relativamente pequeña de fe, echó las bases para las más difíciles
que pronto vendrían.
Al final del programa
de tres años, Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego tenían sus exámenes orales
delante del Rey Nabucodonosor. De acuerdo con estas entrevistas, el rey los
consideraría como los más brillantes y capaces entre todos sus hombres sabios,
y entraron a su servicio (vv. 18-20).
Interpretarlo o morir
El segundo capítulo
de Daniel registra un acontecimiento grave en medio del sistema babilónico de
gobierno, que puso en peligro la vida de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego. El
rey tuvo un sueño que lo dejo muy perturbado y muy ansioso de conocer su
significado (Daniel 2:1, 3). Así que llamó a sus magos, sabios y consejeros
para que le interpretaran su sueño (vv. 2-3).
Para hacer la
situación aún más peligrosa, el rey dijo que no iba a contar su sueño a
aquellos que había llamado para que lo interpretaran. Él les exigió que le
dijeran su sueño y lo interpretaran, con la amenaza de ser destruidos sino lo
hacían (vv. 4-9). Por supuesto, los magos del rey y los sabios no pudieron
cumplir con este requisito. Como resultado de ello, el rey ordenó que “matasen
a todos los sabios de Babilonia”, que incluían a Daniel, Sadrac, Mesac y
Abed-Nego (v. 12).
Enfrentado a esta
situación, Daniel le pidió al rey que le diera tiempo para poder cumplir con lo
que pedía. Daniel luego “hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías,
sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este
misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros
sabios de Babilonia” (vv. 17-18).
Dios luego le reveló
el secreto a Daniel en una visión de noche (v. 19). El sueño del rey mostraba
los cuatro imperios que gobernarían el mundo, seguidos por el “Reino de Dios”,
que está destinado a reemplazar todos los gobiernos humanos.
Después de revelar el
sueño del rey y su interpretación, Daniel fue promovido dentro del imperio.
Después de recibir su recompensa, Daniel “solicitó del rey, y obtuvo que
pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y
Abed-Nego; y Daniel estaba en la corte del rey” (v. 49).
El rey le exigió
airadamente a Sadrac, Mesac y Abed-Nego que debían arrodillarse delante de su
estatua. Si ellos no lo hacían, serían lanzados al horno de fuego. Esas pruebas
iniciales de la fe, prepararon a Sadrac, Mesac y Abed-Nego para la prueba que
después nosotros conoceríamos mejor.
El horno de fuego de
Nabucodonosor
En el tercer capítulo
de Daniel encontramos la tercera gran prueba para Sadrac, Mesac y Abed-Nego. Si
bien los otros dos incidentes previos incluyeron a su amigo Daniel, él no está
incluido en ésta. La escritura no dice porque Daniel no es mencionado. La
implicación es que Sadrac, Mesac y Abed-Nego enfrentaron esta prueba sin el
respaldo y el consejo de Daniel.
Esta prueba tenía que
ver con la adoración de la imagen de oro que el rey Nabucodonosor había
construido en la planicie de Dura. La orden del rey era que todos sus súbditos
debían postrarse delante de esta estatua. Cualquiera que no lo hiciera sería
lanzado al horno de fuego (vv. 5-6).
Como Sadrac, Mesac y
Abed-Nego no quebrantarían de ninguna manera el Segundo Mandamiento por adorar
esta estatua, los oficiales babilónicos informaron de la falta de obediencia de
estos hombres (vv. 8-12). El rey entonces exigió perentoriamente a Sadrac,
Mesac y Abed-Nego que se arrodillaran delante de su ídolo. Si ellos no lo
hacían, serían arrojados al horno de fuego.
Retándolos, el rey
les dijo: “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?”(v. 15).
Los tres hombres
respondieron al rey Nabucodonosor: “No es necesario que te respondamos sobre
este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de
fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que
no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”
(vv. 16-18).
Furioso con su
respuesta, el rey hizo que el horno fuera calentado siete veces más de lo
acostumbrado y ordenó a algunos de sus hombres más fuertes que atasen a esas
personas desobedientes y las echaran a las llamas (vv. 19-20). Pero pronto,
cosas extrañas empezaron a suceder.
En tanto que los
hombres que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abed-Nego al horno fueron muertos por
las llamas, el fuego sólo consumió las ataduras de Sadrac, Mesac y Abed-Nego.
Los tres hombres se pusieron milagrosamente de pie y caminaron en medio del
fuego sin sufrir ningún daño.
El rey Nabucodonosor
estaba atónito con lo que veía. No sólo los tres jóvenes judíos estaban en
medio del horno caminando y sin sufrir daño, sino que además el rey vio una
cuarta persona cuyo aspecto era como “hijo de los dioses”, o un ser divino,
también caminando en el fuego (v. 25). Esta cuarta persona podría haber sido la
manifestación del ser que más tarde se convirtió en Jesucristo.
Al presenciar la
milagrosa protección de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, el rey los llamó para que
salieran del horno e hizo un decreto para que nadie dijera “Blasfemia contra el
Dios” que había salvado a Sadrac, Mesac y Abed-Nego (vv. 26, 29).
Lecciones
imperecederas de fe
En tanto que Daniel
1:21 nos dice que Daniel continuó sirviendo en la corte en Babilonia hasta que
Ciro, el primer gobernador del imperio Medo-persa, accedió al poder, la Biblia
no nos dice qué pasó con Sadrac, Mesac y Abed-Nego después de sobrevivir luego
de ser lanzados al horno de fuego del Rey Nabucodonosor. El registro bíblico
que habla de esos tres jóvenes termina en Daniel 3.
Sin embargo, Hebreos
11, que registra ejemplos de muchas personas del Antiguo Testamento que
tuvieron fe, incluye lo que parece ser una referencia a estos tres. Si bien sus
nombres no se mencionan específicamente, el versículo 34 nos habla de personas
que “apagaron fuegos impetuosos”. Independiente de si esto era lo que tenía el
autor de Hebreos en mente o no, estas tres pruebas registradas de Sadrac, Mesac
y Abed-Nego, nos ofrecen unas lecciones invaluables de fe para nosotros en la
actualidad:
Para tener fe y
obedecer a Dios en las grandes pruebas, es necesario prepararnos al obedecer
las pruebas más pequeñas. Los desafíos de la vida en algunas ocasiones escalan
en intensidad y posibles consecuencias. La decisión de Sadrac, Mesac y
Abed-Nego de no contaminarse con la comida y la bebida del rey parece haber
sido una prueba de obediencia que los preparó para ser fieles cuando la amenaza
era mucho mayor. Es importante que nosotros seamos fieles ahora, en preparación
para las pruebas que podrán venir en el futuro.
Las pruebas de fe con
frecuencia se enfocan en resistir la influencia del mundo. Aunque Sadrac, Mesac
y Abed-Nego afrontaron una gran presión para conformarse a las costumbres
babilónicas, ellos se rehusaron a desobedecer a Dios. Los cristianos en la
actualidad también son exhortados para no ser parte de este mundo (Juan 15:19;
17:15). El llamado de Dios a su pueblo a lo largo de la historia es que salga
del mundo (Hechos 2:40; Apocalipsis 18:4).
Nuestras pruebas de
fe decidirán finalmente si recibiremos o no la vida eterna. La vida de Sadrac,
Mesac y Abed-Nego se vio comprometida por lo menos en dos de las tres ocasiones
en que fueron probados. En una perspectiva mayor, nuestras vidas espirituales
están en entredicho. Lo que hagamos con el conocimiento que Dios nos revela,
decidirá si viviremos por siempre con Cristo y Dios el Padre en el Reino de
Dios, o dejaremos de existir.
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