Dios piensa a un nivel que está muy lejos
de la comprensión humana. Sin embargo, ¡Él está dispuesto a darnos las
herramientas para leer su mente y empezar a pensar como Él piensa!
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos
que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
¿Puede imaginarse una conversación en el
salón del trono del universo? ¿Puede usted imaginarse lo que sería saber lo que
está en la mente de Dios a medida que dirige millones de ángeles y sustentar
billones de galaxias?
Pero los poderes mentales de Dios son tan
inmensamente superiores a los nuestros que, ¿cómo podríamos siquiera atrevernos
a imaginarnos? ¿No sería algo semejante a una hormiga o ameba microscópica
—tratando de entender a la persona que diseñó un rascacielos o construyó un
cohete que llevó a los seres humanos a la luna?
Sin embargo, Dios nos ha creado con el
deseo de aprender y entender. Deseamos encontrarle sentido a nuestro mundo, y
esto significa que anhelamos entender los pensamientos y planes del Creador.
Nos preguntamos, ¿qué piensa Dios cuando
suceden los desastres? ¿Qué desea que aprenda de las pruebas que yo enfrento?
¿Qué quiere Él que yo alcance? ¿Cuál es su propósito para mi vida?
Increíblemente, la Biblia nos dice que
Dios quiere que lleguemos a entender sus pensamientos, leer su mente —para
realmente empezar a pensar como Él lo hace.
Reparar la brecha
Pero hay grandes obstáculos que debemos
superar antes de lograr eso. Nuestra lamentable condición está lejos, muy lejos
de esa meta.
Dios identifica claramente la brecha que
existe entre nuestros pensamientos naturales y su nivel de pensamiento:
“Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más
altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
El origen de la separación
Nuestros primeros padres, Adán y Eva,
tenían contacto directo con Dios y les fue ofrecida la posibilidad de acceder
al árbol de la vida. Este árbol simbolizaba el Espíritu Santo, por medio del
cual Dios nos da entendimiento de sus pensamientos y la oportunidad de la vida
eterna.
Pero somos limitados naturalmente, y
nuestro pensamiento tiende a enfocarse en los placeres temporales en detrimento
de la perspectiva eterna de Dios.
Adán y Eva demostraron esto con su
elección del atractivo fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Esta
forma de pensar egoísta, temporal, los llevó a ignorar la orden de Dios. Al
tomar del fruto prohibido, ellos comenzaron a construir una barrera que los
distanció a ellos y a sus hijos aún más de la mente de Dios.
El profeta de Dios, Isaías, describió el
resultado de esta funesta elección:
“:.. Vuestras iniquidades han hecho
división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de
vosotros su rostro para no oír… Sus pies corren al mal, se apresuran para
derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad;
destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz,
ni hay justicia en sus caminos… Palpamos la pared como ciegos, y andamos a
tientas como sin ojos” (Isaías 59:2, 7-8, 10).
A medida que hemos tratado de descubrir
por nosotros mismos lo que es bueno y es malo, los seres humanos nos hemos
alejado más y más del pensamiento correcto que conduciría a la paz y la
justicia. Nos hemos cortado de la mente de Dios.
La lectura de la Palabra de Dios
Pero Dios no ha dejado a la humanidad sin
forma de saber cuál es su forma de pensar. Él ha inspirado los libros de la
Biblia para revelar su mente.
La Biblia nos dice lo que Dios considera
bueno y malo. ÉL nos dio leyes de los alimentos para nuestro beneficio
(Deuteronomio 10:12-13). Él nos enseña el camino de la paz y el camino a la
salvación y a la vida eterna.
La Biblia está llena de la sabiduría práctica
que puede hacer que la vida funcione como supuestamente debería funcionar.
La Biblia muestra que Dios en su perfecta
sabiduría tiene el plan para darnos un corazón así. Él quiere que tengamos un
corazón y mente como los de Él —que podamos realmente leer su mente. Pero
resulta que aun cuando tengamos acceso a la Biblia, esto no es suficiente para
entender por completo el corazón y la mente de Dios. Después de dar sus Diez
Mandamientos a los hijos de Israel, Dios se lamentó: “¡quién diera que
tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis
mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre”!
(Deuteronomio 5:29).
La Biblia nos muestra que en su perfecta
sabiduría, Dios tiene un plan para darnos un corazón así. Él quiere que
tengamos un corazón y una mente como los de Él —que realmente podamos leer su
mente.
El ojo no ha visto
Por increíble que sea la Biblia, Dios nos
dice que contiene muchas cosas que nos plantean un reto para entenderlas. Hubo
cosas que los discípulos de Jesús no comprendieron realmente sino hasta que Él
se las dio y añadió a su nivel de entendimiento por medio del don del Espíritu
Santo (Juan 16:12-13).
El apóstol Pablo explicó que, sin el
Espíritu de Dios, no podemos entender realmente las cosas más allá del plano
humano.
“Antes bien, como está escrito, cosas que
ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios
ha preparado para los que le aman… Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:9, 14).
En el momento correcto para cada persona,
el deseo de Dios es llevar a todos al conocimiento de su verdad y guiarnos al
arrepentimiento —un cambio de mente. Como el apóstol Pedro ordenó
vehementemente a aquellos que se compungieron de corazón y reconocieron sus
pecados:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
El Espíritu de Dios nos provee la
conexión que falta con Dios y nos da el entendimiento de sus motivaciones y su
forma de pensar. Dios quiere que tengamos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16;
Filipenses 2:5). Él quiere que tengamos la perspectiva eterna, sensata y
equilibrada que Él tiene. Quiere que seamos motivados para actuar de la forma
amorosa, correcta, benéfica que Él actúa.
Su paso siguiente
¿Lo está llamando Dios a entender su
palabra escrita, la Biblia? ¿Está motivándolo a que desee cambiar, pensar y
actuar como Él lo hace? Si es así, lo animamos a actuar conforme a este
llamamiento ahora.
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