miércoles, 22 de abril de 2020

¿Me odia Dios?




La desesperación y la angustia pueden llevarnos a pensar que Dios no nos ama y preguntarnos: “¿Por qué me odia Dios?”. ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Qué cosas odia Dios realmente? ¿Y qué quiere mostrarnos acerca de su amor profundo y eterno?
Algunas de las preguntas que recibimos por correspondencia son en verdad desgarradoras. Hay quienes se preguntan: “¿Me odia Dios?”, y otros desesperados dicen: “¡Dios me odia! ¿Por qué?”.
El siguiente mensaje es un ejemplo de los conflictos y la desesperación que muchos sienten:
“Tengo demasiados problemas en mi profesión. Debo enfrentar varios conflictos día tras día, y tengo muchos temores acerca de mi trabajo. Oro a menudo, pero Dios no me escucha para nada. ¿Qué puedo hacer? ¿Quién más que Jesús puede ayudarme en este mundo? Estoy muy angustiada y he perdido toda esperanza. ¿Por qué Jesús no me ayuda? ¿Habré hecho algo mal?”.
¿Acaso a Dios no le importa? ¿Son los problemas y las angustias que tantas personas sufren una prueba de su falta de amor? ¿O de su indiferencia? ¿O incluso su odio?
Dios demuestra su amor
Juan 3:16-17 es citado tan a menudo que puede llegar a perder su impacto. Pero imagínese estar en el lugar de Dios el Padre o Jesucristo.
Imagínese estar dispuesto a realizar el mayor sacrificio posible por una gran cantidad de personas que usted creó, pero que se volvieron egoístas y pecaminosas. Imagínese los pensamientos y los planes, las esperanzas y los sueños, la preocupación y el cuidado involucrados en librar al mundo de la pena de muerte y ofrecerle una relación de familia con su Creador por la eternidad.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.
¡No existe un mayor amor que éste!
Y seguiremos hablando del tema enseguida. Pero antes, analicemos un poco más la forma en que el universo funciona. ¿Por qué las cosas no siempre son lo que parecen? ¿Quién nos odia realmente cuando nos sentimos odiados?
El verdadero enemigo
La Biblia revela que Satanás es un enemigo cruel y furioso (1 Pedro 5:8; Apocalipsis 12:12). Odia a Dios y a la humanidad, e intenta por todos los medios obstaculizar el plan amoroso del Padre. Su objetivo es que los seres humanos perdamos toda esperanza.
El libro de Job nos da una idea de cómo funcionan las cosas tras bastidores. En él podemos ver la realidad de los agresivos ataques de Satanás: intentos desesperados por desanimar a Job y hacer que se rindiera.
Pero Job no comprendía lo que estaba pasando. Él simplemente asumió que su sufrimiento venía de Dios, y en su angustia le preguntó: “¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo?” (Job 13:24). A sus tres amigos, que comprendían la situación aún menos que él, también les dijo: “Su furor me despedazó, y me ha sido contrario” (Job 16:9).
La historia de Job no es sencilla. Dios sí permitió que pasara por esa terrible prueba, pero no porque lo odiara. Lo que sucede es que el amor de Dios por Job, y por todos nosotros, excede a nuestra capacidad de comprensión.
Comprendiendo el sufrimiento
Los desafortunados amigos consoladores de Job insistían en que su sufrimiento era una señal del descontento de Dios. Pero Dios luego dijo que estaban equivocados (Job 42:7). Ellos estaban juzgando según las apariencias.
Es fácil basar nuestros sentimientos en nuestras circunstancias físicas. Naturalmente, creemos que si Dios nos ama tendremos una vida fácil y bendecida, pero si nuestra vida es difícil y dolorosa, debe ser porque Dios nos odia.
Sin embargo, las circunstancias y el sufrimiento no cuentan toda la historia. Muchos siervos fieles y amados de Dios han pasado por pruebas terribles, y Pablo les dice a los cristianos: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22).
Las pruebas no son una señal automática de que Dios nos odia o quiere castigarnos. Sin embargo, muchas veces nosotros mismos nos acarreamos consecuencias indeseadas. Siempre es sabio analizar nuestras acciones y arrepentirnos de cualquier cosa incorrecta que hayamos hecho, rectificar lo que podamos y trabajar para no cometer los mismos errores otra vez.
Quebrantar la ley de Dios (pecar) causa un sufrimiento terrible y, al final, la muerte.
¿Qué cosas odia Dios?
¡Dios no lo odia a usted!
Pero la Biblia menciona algunas cosas que sí odia:
El pecado y la injusticia (Salmos 45:6-7).
La soberbia, la mentira, la violencia, la maldad y la discordia (Proverbios 6:16-19).
El paganismo y los sacrificios de niños (Deuteronomio 12:31).
El divorcio (Malaquías 2:16).
Todas estas cosas son causa de males y sufrimiento para quienes las hacen y quienes los rodean. Dios odia los pensamientos y las acciones pecaminosas, así como la destrucción que causan.
Odia el pecado, pero ama a los pecadores; y los ama lo suficiente como para desear profundamente que ellos (todos nosotros) dejen de pecar. Odia el pecado, pero ama a los pecadores; y los ama lo suficiente como para desear profundamente que ellos (todos nosotros) dejen de pecar.
¿Qué hay de esos pocos pasajes bíblicos donde se dice que Dios odia “al malo” (Salmos 11:5), o a personas específicas como Esaú?
Estas escrituras no implican que el odio y el amor de Dios se excluyan mutuamente. De hecho, Dios ama incluso a quienes “odia”. Su profundo deseo es que todos los malvados cambien.
Aun cuando nosotros mismos a veces nos hacemos odiosos, y Dios odia lo que hacemos mal, su amor por nosotros permanece.
¿Cómo responder al amor de Dios?
Maravillado ante el inmenso amor de Dios, el apóstol Pablo escribió:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8, énfasis añadido).
Dios odia el pecado debido a sus terribles consecuencias. No le gusta ver cómo nos dañamos a nosotros mismos, y su deseo es que hagamos lo que Cristo le dijo a la mujer adúltera: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11).
Pero el gran amor de Dios requiere —merece— una respuesta de nuestra parte. Como escribió el apóstol Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:1, 3).
Experimentar el amor puro de Dios debería motivarnos a ser como Él —purificarnos a nosotros mismos y amar como Él ama.
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). ¿Pero cómo demostramos nuestro amor por Dios? “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (v. 11). “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:2-3).
Los Diez Mandamientos nos enseñan a amar a Dios como Él quiere ser amado, y también a amar a los demás de tal forma que tengamos paz y buenas relaciones.
La respuesta correcta al amor de Dios es arrepentirnos —cambiar nuestra forma de vida— y vivir su camino hermoso y beneficioso.
Cuando aceptamos el amor de Dios y respondemos a su llamado con arrepentimiento y conversión, no necesitamos volver a preocuparnos de si Dios nos odia. Entonces, “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
El amor de Dios es la fuerza más poderosa en el universo. Como les dijo Pablo a los cristianos en Roma: “estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).

Recuadro: ¿Por qué Dios no me responde?
La Biblia tiene mucho que decir acerca de la manera y los tiempos en que Dios responde las oraciones. Él puede responder de distintas maneras, que a nosotros a veces nos cuesta reconocer:
Sí.
Sí, pero aún no.
No, pero tengo algo mejor para ti.
Recuadro: “A Esaú aborrecí”: ¿Qué quiso decir Dios?
En Malaquías 1:2-3, Dios dijo: “A Jacob amé, más a Esaú aborrecí” (vea también Romanos 9:13). Esta expresión simplemente significa que Dios favoreció a Jacob en lugar de Esaú, quien por ser el primogénito, en circunstancias normales hubiera recibido la herencia y las promesas de su padre. El punto en ambas escrituras tiene que ver más con la elección y el rechazo de los descendientes de Abraham que con el amor de Dios por alguien.
En otras palabras, las promesas para los descendientes de Abraham se extenderían a través de Jacob, y no de Esaú, quien “menospreció… la primogenitura” (Génesis 25:34).
¿Por qué se usa la palabra aborrecer? Según Jamieson, Fausset and Brown’s Commentary [Comentario de Jamieson, Fausset y Brown], Dios aborreció a Esaú en un sentido relativo: “es decir, Dios no lo escogió para ser objeto de su favor, como [Dios] lo hizo con Jacob”. Dios eligió a Jacob y sus descendientes como su pueblo y aquellos que recibirían sus bendiciones, en lugar de Esaú.

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