La Biblia
contiene principios acerca de la administración del dinero que pueden ser muy
beneficiosos para su familia.
Aun en los
países más prósperos del mundo, la mayoría de las personas tiene escasas
reservas financieras y vive de sueldo a sueldo con muchas deudas y sin un
presupuesto familiar.
En una encuesta
reciente de la Reserva Federal de Estados Unidos, casi la mitad (47 por ciento)
de los entrevistados se confesó incapaz de obtener 400 dólares sin tener que
pedir un préstamo o vender algún bien en caso de emergencia.
En otra
encuesta, 75 por ciento de los estadounidenses admitió vivir de sueldo a
sueldo, con sólo lo justo para llegar a fin de mes, al menos en ocasiones. Todo
esto es mucho más grave en otros países, como en Latinoamérica. No debería
sorprendernos que una tercera encuesta (realizada por Gallup en el 2013)
revelara que menos de un tercio de los hogares estadounidenses se rige por un
presupuesto detallado.
Estos resultados
son evidencia física de lo que podría ser un problema espiritual. De hecho, uno
de los indicativos del pecado de la codicia es la tendencia a adquirir bienes
materiales innecesarios, aun cuando implique incurrir en una deuda. Hacer esto
regularmente demuestra una falta de carácter para establecer y seguir un
presupuesto realista y libre de deudas. Todos estos son principios bíblicos que
analizaremos a continuación.
Primero, una
aclaración
El propósito de
este artículo de ninguna manera es criticar a quienes pasan por dificultades
financieras debido a razones externas. No todos los problemas financieros son
el resultado de debilidades espirituales o de carácter. Para algunos, la razón
es simplemente falta de educación financiera u oportunidades limitadas.
La Biblia
describe situaciones como la persecución, las pruebas y “tiempo y ocasión”
(accidentes o enfermedades invalidantes, o la muerte prematura de un proveedor,
por ejemplo) que pueden llevar incluso a personas fieles a Dios y con mucho
carácter a sufrir graves problemas financieros. En estas circunstancias, la
falta de un presupuesto o de autocontrol no tiene nada que ver. Lo que se
requiere en tales casos es compasión y ayuda, no juicios ni condenas.
Principios
bíblicos acerca de la administración del dinero
Por otro lado,
en circunstancias normales las personas sí tienen en buena medida el control de
sus finanzas. La mayoría de nosotros puede tomar decisiones respecto de lo que
hará con su dinero y, en tales casos, no hay casi nada tan importante como
tener y seguir un presupuesto familiar. De hecho, ésa es probablemente la
recomendación más común entre los consejeros profesionales en finanzas. Y lo
que es más importante, ¡es la recomendación de la Biblia!
Regirnos por un
presupuesto involucra muchos principios espirituales, como evitar la codicia,
tener autocontrol, desarrollar fe y tener paciencia y gratitud. Llevado a la
práctica, para los propósitos de este artículo, tener un presupuesto significa
principalmente cuatro cosas:
Estimar de una
forma realista nuestros recursos disponibles para llevar a cabo un
proyecto.
Estimar los
recursos que necesitaremos para llevar a cabo el proyecto.
Llevar a cabo el
proyecto sólo cuando nuestros recursos disponibles son al menos iguales a los
gastos necesarios.
Hacer todo lo
necesario para no gastar en el proyecto más de lo disponible.
Esta definición
se aplica a todo tipo de proyectos —desde sustentarnos día a día, hasta pagar
una educación o adquirir algún bien. Presupuestar requiere de una evaluación
honesta de lo que podemos pagar, considerando nuestras necesidades en el
tiempo. (Algunas de nuestras necesidades ocurrirán en el futuro, y esto
requerirá de disciplina para no gastar todo lo disponible ahora y así poder
ahorrar para dichas necesidades.)
Ejemplos
bíblicos
La Biblia
contiene muchos ejemplos, principios y consejos directos acerca de cómo
presupuestar, planificar y vivir de acuerdo con nuestros medios. Algunos de
ellos son:
José planificó y
guardó parte de los recursos disponibles en los “buenos años” de Egipto para
poder alimentar a la gente durante los “años malos” (Génesis 41).
Tanto el
tabernáculo (en tiempo de Moisés) como el templo (en tiempo de Salomón) se
construyeron sólo cuando todos los materiales de construcción necesarios se
habían reunido (Éxodo 35 y 1 Crónicas 29).
El hombre bueno
y sabio deja algo de sus bienes incluso a sus nietos, lo cual sugiere que
presupuesta, planifica, ahorra, vive y consume dentro de sus posibilidades,
motivado por el deseo de compartir sus bendiciones con los demás (Proverbios
13:22).
Dios creó a la hormiga
con el instinto de hacer lo que Él nos aconseja a nosotros: apartar algo de
nuestros recursos en los buenos tiempos para luego usarlos en circunstancias
menos abundantes (Proverbios 6:6-8; 30:25).
Jesucristo les
dijo a todos los que querían seguirlo que “calcularan el costo”. Esto implicaba
hacer una evaluación realista de cuánto les costaría ser sus discípulos, y
determinar con anticipación si sus recursos (espirituales) disponibles serían
suficientes para completar el proyecto. Al dar este consejo, Cristo también
hizo notar lo insensato que es no presupuestar, incluso en asuntos seculares
(Lucas 14:28-31).
La Biblia
condena duramente —como “peor que un incrédulo”— a cualquiera que por
negligencia o desidia consciente no provea para las necesidades básicas de
quienes dependen de él —“los de su casa” (1 Timoteo 5:8). Esta clase de
comportamiento y actitud irresponsables a menudo se hacen evidentes cuando no
hay planificación, un presupuesto o una buena administración de los recursos
familiares. En cambio, sólo se gasta y se consume sin cuidado, a menudo con
codicia y egoísmo.
Crear y mantener
un presupuesto a veces requiere tanto de fe como de obras. Hay ocasiones en las
que aun con nuestros mejores esfuerzos, nuestro presupuesto simplemente no
alcanzará. Y está bien. Debemos hacer lo mejor que podamos —poner las obras— y
creer con fe en que Dios pondrá la diferencia. Pasar por momentos así, donde
vemos que los panes y los peces se multiplican, puede fortalecer mucho más
nuestra fe.
Finalmente,
debemos recordar que, como débiles e imperfectos seres humanos, no podemos dar
más que lo mejor de nosotros. Dios lo sabe, y de hecho nos lo recuerda. No
podemos controlar nuestro futuro (aunque deberíamos intentar presupuestar
realistamente para él). Como dice el refrán: “el hombre propone, pero Dios
dispone” (consulte Proverbios 19:21; Santiago 4:13-15; Eclesiastés 9:11).
Un presupuesto
anual —con Dios, “César” y gastos propios
Tomando todo
esto en cuenta, mi sugerencia es hacer un presupuesto individual o familiar
anual. En muchos casos, tendremos gastos (tal vez grandes) que se pagan sólo
una vez al año —como ciertos tipos de seguros e impuestos, por ejemplo— y tener
un presupuesto anual donde los consideremos, nos ayudará a asegurar que no los
olvidaremos.
El primer paso
es estimar los ingresos de la familia durante el año próximo. Para la mayoría,
esto se traduce en sueldos o ganancias por trabajos independientes. Incluya
sólo los ingresos que está seguro que recibirá, y cuente sólo los bonos que se
le hayan entregado histórica y constantemente. No incluya ningún bono o ingreso
que “probablemente” reciba, por la obvia razón de que si los contó en su
presupuesto pero no los recibe, sus gastos terminarán sobrepasando sus
ingresos.
El siguiente
paso es estimar los gastos anuales de la familia divididos en tres categorías:
Dios, “César” y gastos propios. Como en todo aspecto de la vida, Dios debe ir
primero. Sus diezmos y ofrendas voluntarias deben ser los primeros y más
importantes gastos en el presupuesto de un cristiano (Proverbios 3:9; Levítico
27:30-32; Deuteronomio 12:17-18; 16:16; Mateo 23:23).
Jesucristo bien
dijo que debemos dar “a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21
Pero en el mismo
versículo Cristo también dijo: “Dad, pues, a César lo que es de César”. Esto
significa que como cristianos debemos pagar nuestros impuestos a los gobiernos
que nos dirigen (Romanos 13:6-7).
Luego de cumplir
nuestras responsabilidades financieras con Dios y con el gobierno, nos queda
planificar nuestros propios gastos y/o ahorros.
Dentro de esta
tercera categoría, los principales gastos apropiados y correctos son:
Vivienda
(hipoteca o renta, impuestos de propiedad, mantenimiento, mobiliario, etcétera)
Servicios
públicos
Alimentación
Vestido
Transporte
Seguros (varios
tipos)
Salud
Ahorros (fondo
de emergencia, fondo universitario, fondo de retiro, etcétera). Planifique
ahorrar aunque sea un poco de dinero al año, si es posible. Ésta es una forma
de desarrollar autodisciplina, combatir la codicia y el materialismo, y proveer
responsablemente para necesidades futuras.
Pagos de deudas
Entretenimiento
y recreación (si es posible, en cantidades modestas)
Ayuda a los
necesitados (si usted no es necesitado). Recuerde que dar es un principio
bíblico.
Varios
(probablemente no haya pensado en todo).
Ahora, compare
los dos totales (ingresos y gastos) para ver si concuerdan. Si sus gastos
exceden sus ingresos, saque la calculadora otra vez. Piense en formas de
aumentar sus ingresos o reducir sus gastos. Ésas son las únicas maneras de
eliminar el déficit.
Pídale a Dios
que le dé sabiduría y lo ayude en todo el proceso. Busque hacer su voluntad, y
confíe en Él.
Luego, cuando
haya conseguido crear un presupuesto balanceado, viene otro paso esencial:
controle sus gastos reales semana a semana y mes a mes, verificando cada gasto
con su presupuesto. No haga un gasto si al añadirlo esto hace que se sobrepase.
¡Comience ahora!
Hay muchos
principios espirituales relacionados con la buena administración del dinero,
como aprender a estar contentos con lo que se tiene, tener fe y autocontrol,
ser obedientes, agradecidos y responsables. El mejor momento para empezar a
presupuestar es cuando somos jóvenes, porque después puede sernos más difícil y
requerir de más paciencia para cosechar los beneficios, especialmente si ya
estamos es un bache financiero.
Pero, con
determinación de hacer lo correcto, con paciencia, con fe y con confianza en
Dios, nunca es demasiado tarde para comenzar a ser fieles incluso en lo que
parece “poco”: sus finanzas. ¡La recompensa sin duda valdrá la pena (Lucas
16:10-12)!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario