Últimamente el mundo se ha visto plagado de
epidemia tras epidemia, algunas conocidas y otras totalmente nuevas. ¿Por qué?
¿Qué estamos haciendo mal y cómo llegará la sanidad definitiva?
Virus del Nilo Occidental, Zika, Ébola, gripe
aviar H1N1, gripe porcina, síndrome respiratorio de Oriente Medio (SROM),
síndrome respiratorio severo agudo, fiebre amarilla, hantavirus, Nipah, Hendra,
fiebre de Marburgo, chikungunya, dengue…
Un nuevo virus con su peculiar nombre parece
siempre estar a la vuelta de la esquina, listo para convertirse en la siguiente
emergencia sanitaria mundial.
En unos pocos años, hemos visto la epidemia de
Ébola en África (2014), brotes de SROM en la Península Arábica (2014) y Corea
(2015), y la propagación del virus Zika en la mayor parte de América (2016).
Señales de alarma
En todo el mundo, los funcionarios de salud
pública nos han estado advirtiendo: los brotes de enfermedades infecciosas
están aumentando en frecuencia y gravedad, y el número de nuevos agentes
patógenos se está incrementando.
Una de las advertencias más urgentes viene de la
Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan,
quien asegura: “Lo que estamos viendo parece ser cada vez más un dramático resurgimiento
de la amenaza de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes. El mundo
no está preparado para esto”.
¿Qué son las
enfermedades emergentes y reemergentes? Un agente
patógeno emergente es aquél que aparece por primera vez en la
población humana y no había sido descubierto hasta entonces. Según la OMS, al
menos 40 enfermedades infecciosas han emergido desde los años ochenta, a un
ritmo de una o más por año.
Algunos ejemplos son el Ébola, el VIH-SIDA y la
enfermedad de Lyme. A menudo, los virus emergentes no tienen un tratamiento
efectivo y la posibilidad de prevenirlos o controlarlos es extremadamente
limitada.
Además, la mayoría de los agentes patógenos
emergentes son zoonóticos —es decir, transmitidos de animales a
humanos— lo que los hace particularmente difíciles de atacar. “Las enfermedades
zoonóticas generalmente no pueden erradicarse porque no es posible eliminar a
toda la población de animales, ni a todos los portadores de la zoonosis”,
explica David Freedman, médico y profesor de medicina y epidemiología en la
Universidad de Alabama.
Una enfermedad reemergente, en cambio, es
causada por un virus, bacteria, parásito u hongo que ya se conocía y se creía
controlado o erradicado, pero vuelve a atacar. Este tipo de enfermedades con
frecuencia se propaga en un sector geográfico específico y suele presentarse de
forma más virulenta o resistente a los medicamentos que antes.
Hoy en día existen cepas resistentes a los
antibióticos de tuberculosis, malaria, cólera, difteria, estafilococo, estreptococo
y salmonella, por nombrar sólo algunas de las “súper bacterias” que han
reaparecido hace poco.
Cada año, el número de enfermedades infecciosas y
de muertes causadas por súper bacterias aumenta. Según el informe Review
on Antimicrobial Resistance [Informe acerca de la resistencia a los
antibióticos], publicado en el Reino Unido en 2016, si continuamos como hasta
ahora, el número de muertes causadas anualmente por bacterias resistentes a los
antibióticos llegará a 10 millones de personas en 2050.
Los factores detrás de las estadísticas
¡Vaya contraste con el optimismo de hace 50 años!
Fue en ese entonces cuando el Cirujano General norteamericano, William Stewart,
hizo su famosa predicción: “Estamos en un punto donde las enfermedades
infecciosas son cosa del pasado. Básicamente, hemos erradicado por completo las
infecciones en los Estados Unidos”.
¿Por qué entonces el actual incremento de
enfermedades infecciosas?
La respuesta más sencilla se encuentra en la
Biblia. En una de sus profecías más famosas, Jesucristo habló de las señales
que precederían su regreso, y una de ellas era la aparición de pestes y
enfermedades a escala global (Mateo 24:3-8; Lucas 21:11).
Una profecía similar se encuentra en Apocalipsis
6, donde se describe a “los cuatro jinetes del Apocalipsis” y el cuarto jinete
(vv. 7-8) representa los brotes de enfermedades (además de la espada y el
hambre) que devastarían a una cuarta parte de la humanidad. La última parte del
versículo 8, habla de muertes causadas por “las fieras de la tierra” que bien
podrían ser los animales transmisores de enfermedades infecciosas.
Además de las profecías bíblicas, existen factores
específicos que contribuyen al problema. Muchos expertos de la salud, como el
médico y especialista en biotecnología Thomas Monath, piensan que la humanidad
misma está creando sus problemas sanitarios, aunque sin intención. “Los cambios
que estamos haciendo en nuestro ambiente y estilo de vida están fomentando la
aparición y el contagio de enfermedades”, dice Monath.
Algunas de las formas en que estamos ayudando al
incremento de brotes son:
- La invasión de hábitats de animales
La población del planeta se ha elevado de 2,5
miles de millones en 1950 a 7,5 miles de millones en 2016. Esto ha hecho que la
gente comience a habitar lugares en los que antes sólo vivían animales.
“Muchos sectores de los países en desarrollo
solían ser muy remotos, pero esto ha ido cambiando debido a actividades humanas
como la deforestación, la construcción de represas y caminos, la irrigación y
la agricultura extensiva”, explica James Hughes, médico y profesor de medicina
y salud pública en la Universidad Emory. Cuando la gente entra en este tipo de
ecosistemas, frecuentemente se encuentra con nuevos agentes patógenos que no
existen en otro lado; y, una vez infectados, llevan la enfermedad a dondequiera
que van.
- Urbanización y hacinamiento
Por otro lado, cada día son más las personas que
emigran de áreas rurales a las grandes urbes en busca de trabajo, especialmente
en los países en desarrollo. El resultado es que muchos terminan viviendo en
sobre pobladas “megaciudades”, junto a otros 10 millones o más de habitantes.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos
Humanos publicado en 2016, actualmente hay 29 megaciudades en el mundo (un
incremento de las 14 que había en 1995), y 79 por ciento de ellas están en
países en desarrollo.
Dada su alta densidad poblacional, las
megaciudades son zonas ideales para el contagio de enfermedades, y la mayoría
de ellas además carece de la infraestructura adecuada para sostener a su
creciente población.
“A menudo los sistemas de alcantarillado y
saneamiento son inadecuados o inexistentes”, dice el Dr. Freedman. “Los
hospitales pueden estar desabastecidos y como consecuencia los infectados no
reciben el tratamiento necesario”.
- Consumo de animales exóticos
Algunas culturas tienen una larga tradición de
consumo de animales exóticos. En África, por ejemplo, se comercializa con la
carne de animales salvajes como simios, cerdos hormigueros, ratas y otros que
son cazados y vendidos para consumo humano. Los chinos tienen sus “mercados
húmedos”, donde criaturas exóticas como las civetas, serpientes, musarañas,
murciélagos, tejones y pangolines se venden vivos para que sus mismos
compradores los maten y los consuman.
“Cualquier virus que estos animales porten puede
transmitirse a la gente vía consumo, contacto o a veces incluso por el aire”,
explica el Dr. Hughes.
Sin embargo, el problema va más allá de la
transmisión de agentes patógenos de animales a humanos. La mayor preocupación
es que el contacto o consumo de animales infectados puede generar nuevos
agentes patógenos. ¿Cómo? Si un humano infectado con cierto virus entra en
contacto con un animal infectado con un virus similar, el material genético de ambos
virus puede “mezclarse” y recombinarse. El resultado es un nuevo virus que
infecta tanto a humanos como animales.
Este proceso ha provocado algunas de las epidemias
más mortales de la historia. El VIH, por ejemplo, es una fusión del virus de la
inmunodeficiencia del simio (SIV) —que infecta a los primates— y un virus
similar que infecta a los humanos. Los científicos piensan que el VIH se
originó por la caza de simios para comercializar su carne.
- Cambios en el comportamiento sexual y uso
intravenoso de drogas
Hasta mediados del siglo XX, tener múltiples
parejas sexuales era mal visto por la mayoría. Sin embargo, en la sociedad
occidental de hoy, tener múltiples compañeros sexuales antes del matrimonio no
sólo es aceptable, sino la norma. Además, el uso intravenoso de drogas se ha
vuelto desenfrenado y es sabido que sus usuarios a menudo comparten jeringas.
Ambas tendencias han alimentado la expansión del VIH, la hepatitis C, los
herpes genitales y otras enfermedades de transmisión sexual, las cuales se contagian
a través de los fluidos corporales.
- Uso inadecuado de antibióticos
El abuso de antibióticos ha generado nuevas
bacterias resistentes a los medicamentos. Según los Centros para el Control y
la Prevención de Enfermedades (CDC), prácticamente 50 por ciento de los
antibióticos usados en hospitales y clínicas son innecesarios o inadecuados. El
problema es que con frecuencia los pacientes insisten en tomar antibióticos
cuando tienen un resfrío o una gripe (que casi siempre son causados por virus y
no responden a los antibióticos) y los doctores ceden a sus demandas. O bien,
los propios médicos recetan antibióticos “por si acaso” cuando no pueden llegar
a un diagnóstico.
Cuando un medicamento en particular se prescribe
demasiado, las bacterias pueden desarrollar inmunidad. “Luego, esta resistencia
se transmite a la próxima generación de la bacteria y el medicamento queda
completamente obsoleto”, dice el Dr. Hughes.
De hecho, una bacteria puede generar resistencia a
varios medicamentos a la vez, convirtiéndose así en una de las llamadas “súper
bacterias” intratables.
La perspectiva bíblica
Muchos de los factores mencionados son violaciones
directas de las instrucciones de la Biblia. Para empezar, Levítico 11 y
Deuteronomio 14 detallan muy claramente cuáles animales son para comer y cuáles
no. Muchas de las enfermedades que azotan el mundo moderno no serían un
problema si la gente no comiera animales “inmundos” o exóticos, que son
portadores de agentes patógenos no presentes en los animales “limpios” domesticados.
Además, Deuteronomio 23:13 dice que los
desperdicios humanos deben enterrarse lejos de donde vive la gente, para
impedir que las reservas de agua y alimento se contaminen. No es de
sorprenderse que enfermedades como la diarrea, disentería, anquilostoma,
ascárides, cólera y fiebre tifoidea —que se contagian por contacto con heces
humanas— sean tan comunes en poblaciones marginales donde no hay sistemas
adecuados de saneamiento.
Sobre todo, los brotes de enfermedades y epidemias
son el resultado de que la humanidad se haya alejado tanto de Dios. Cuando Dios
sacó a Israel de Egipto, les dijo que podían evitar la maldición de las
enfermedades si guardaban su ley y estatutos (Éxodo 15:26). Por otro lado, la
desobediencia tendría consecuencias, incluyendo brotes de enfermedades
(Deuteronomio 28:15, 21-22, 27-28). Los israelitas, como todos los seres
humanos antes y después de ellos, desobedecieron a Dios y actualmente la
humanidad sigue cosechando las consecuencias del pecado.
Toda la humanidad está lejos de Dios y es
vulnerable a los estragos de las enfermedades. Afortunadamente, no será así
para siempre. Cuando Cristo regrese y el Reino de Dios se establezca en la
Tierra, los humanos finalmente se reconciliarán con su Creador y recibirán las
bendiciones de vivir en su camino, incluyendo la buena salud y un mundo libre
de enfermedades.
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