Judas Iscariote y el
rey Saúl reconocieron sus pecados, pero ¿se arrepintieron realmente? ¿Qué está
buscando Dios hoy en un pecador arrepentido?
Tal vez se ha dado
cuenta de que el pecado es quebrantar los mandamientos de Dios (1 Juan 3:4) y
que ya no quiere vivir una vida de desobediencia a sus leyes. Su deseo es
entregar completamente su voluntad a la perfecta voluntad de Dios y cambiar sus
caminos de pecado para poder caminar en armonía con su Creador.
En la fe usted se
está convirtiendo a Jesucristo como su Salvador personal, sabiendo que a través
de su sangre derramada su pasado culpable puede ser perdonado. Con sinceridad,
usted entiende que sus transgresiones fueron el motivo por el que Cristo fue
clavado en la cruz y tuviera que sufrir una muerte horrible. La pena de
muerte en la que usted incurrió fue pagada en su totalidad por su Salvador.
Ahora, más que nunca,
usted quiere pensar como Dios piensa y tener una relación personal y cercana
con Él.
El camino a seguir
¿Y ahora qué? ¿Qué
dice la Biblia que debemos hacer para convertirnos en verdaderos cristianos?
¿Qué incluye el proceso de conversión?
Para ser aceptados
por Dios como verdaderos cristianos, necesitamos tener su Espíritu Santo. La
Palabra de Dios dice que sin el Espíritu Santo no somos cristianos: “y los que
viven según la carne no pueden agradar a Dios.... Si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es suyo” (Romanos 8:8-9, énfasis añadido). Cuando
una persona tiene el Espíritu Santo, se convierte, pertenece a Cristo y es
considerado un verdadero cristiano.
¿Cómo recibimos el
Espíritu Santo? “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo” (Hechos 2:38). Dios promete que, si nos arrepentimos genuinamente,
nos concederá su Espíritu Santo y seremos llamados “sus escogidos” (Lucas
18:7).
Sólo podemos ser
bautizados después de arrepentirnos, el bautismo es una demostración externa de
nuestra fe interior en Jesucristo. El arrepentimiento es más que lamentar
pecados pasados; es un cambio total de mentalidad que va encaminado a vivir un
nuevo camino de vida. Es alejarse de preocuparse únicamente por uno mismo y
volverse hacia la obediencia a Dios y tener una preocupación por nuestros
semejantes (Mateo 22:36-40).
El verdadero
arrepentimiento según Dios es un componente clave en el proceso de
conversión. Es fundamental para nuestro futuro crecimiento y desarrollo
espiritual.
La dimensión que
falta en el arrepentimiento según Dios
Pero la Biblia nos
dice que hay una manera equivocada de arrepentirse: un cargo de conciencia
según el mundo.
Los tres ejemplos
bíblicos siguientes nos proporcionan una visión de la dimensión vital del
arrepentimiento genuino. Todos ellos pecaron, pero hay que tener en cuenta lo
que hicieron mal en dos de los ejemplos, y lo que el otro hizo bien, al buscar
el arrepentimiento y el perdón.
1. Saúl, el primer
rey de Israel
Saúl es una de las
figuras más trágicas del Antiguo Testamento. Fue designado por Dios para ser el
primer rey de la nación de Israel.
Antes de una batalla
contra los filisteos en Gilgal, el profeta Samuel le dio a Saúl instrucciones
explícitas de no comenzar la batalla hasta que él llegara para ofrecer un
sacrificio (1 Samuel 10:8). Saúl también debería haber conocido el estricto
requisito de que sólo los levitas debían ofrecer sacrificios. Pero en cambio,
Saúl, que no era levita, desobedeció y asumió la tarea de ofrecer el
sacrificio. Samuel llegó tan pronto como Saúl terminó de ofrecer el holocausto.
En vez de expresar un verdadero arrepentimiento, Saúl sólo dio excusas por sus
acciones (1 Samuel 13:8-14).
Este mismo patrón de
desobediencia continuó siendo un factor en el reinado de Saúl, hasta que Dios
le dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de
en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11).
En otra ocasión Saúl
desobedeció las instrucciones de Dios acerca de cómo debía obrar con los
amalecitas, los archienemigos de los israelitas (1 Samuel 15:1-4). Saúl se negó
a cumplir todas las instrucciones que se le habían dado, y perdonó al rey
amalecita y a lo mejor de los animales (vv. 7-9).
Cuando fue
confrontado por Samuel, Saúl culpó al pueblo por su mala conducta; no vio su
rebeldía y falta de obediencia (vv. 20-21). Posteriormente Samuel pronunció
estas angustiantes palabras: “Por cuanto tú desechaste la palabra del Eterno,
él también te ha desechado para que no seas rey” (v. 23).
Ahora fíjese bien en
la reacción de Saúl: “Yo he pecado; pues he quebrantado el
mandamiento del Eterno y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la
voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado” (vv. 24-25).
Saúl le pidió a
Samuel que lo perdonara. Sin embargo, Dios no lo perdonó (v. 26). Algo estaba
muy mal en la aparente actitud de arrepentimiento de Saúl.
¿Qué es lo que estaba
tan mal en el enfoque aparentemente sincero de Saúl? ¿Fue su respuesta
puramente intelectual y académica? ¿Qué es lo que faltaba?
Continúe leyendo para
encontrar la respuesta.
2. Judas, discípulo
de Cristo
Analicemos otra
personalidad trágica y muy bien conocida en la Biblia.
Después de su
traición a Jesús, Judas se dio cuenta de las terribles consecuencias de sus
actos. Él llevó las 30 piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos
y con remordimiento arrojó las monedas al piso del templo (Mateo 27:3-5).
De nuevo, fíjese bien
en lo que dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente” (v. 4).
Pero luego se marchó
avergonzado y se ahorcó. Reconoció su pecado y su culpa. Sin embargo, su
reconocimiento externo del mal no lo llevó a la respuesta que Dios deseaba.
“He
pecado”. ¡Estas son las mismas palabras que el Rey Saúl usó! Pero, como en
el caso de Saúl, Judas trágicamente no hizo los cambios que Dios nos pide que
hagamos.
¿Por qué?
Continúe leyendo para
descubrir la respuesta.
3. David, rey de
Israel
Después de que Dios
rechazó a Saúl, Samuel le dijo: “El Eterno se ha buscado un varón conforme
a su corazón, al cual el Eterno ha designado para que sea príncipe sobre
su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que el Eterno te mandó” (1 Samuel
13:14). Vea también Hechos 13:22.
Samuel fue enviado
entonces a ungir a David para que, finalmente, se convirtiera en rey sobre
Israel (1 Samuel 16:1-13), y Dios le dijo a Samuel lo que buscaba en el próximo
rey: “Porque el hombre mira la apariencia exterior, pero el Eterno mira el
corazón” (v. 7). Es desde el corazón y la mente que uno se arrepiente y con
toda sinceridad se vuelve y va en la dirección opuesta.
Aunque David tenía
ciertas debilidades y cometió pecados graves y lamentables, tenía un punto de
vista diferente al de Saúl y al de Judas. Un episodio que prácticamente todos
los lectores de la Biblia conocen es su adulterio con Betsabé y cómo planeó
perversamente el asesinato de su esposo Urías.
Estos eran pecados
terribles; y desde una perspectiva humana, parecen aún peores que los pecados
de Saúl. Pero había una diferencia importante en la forma en que los hombres
respondían a sus pecados.
Al ser confrontado
por el profeta Natán, quien fue enviado por Dios, la respuesta de David es muy
instructiva y es de vital importancia que la entendamos. Natán presentó una
historia convincente que llevó a David a reconocer su culpabilidad, iniquidad y
pecado.
“Entonces dijo David
a Natán: Pequé contra el Eterno” (2 Samuel 12:13).
¡Es la misma frase
usada por Saúl y Judas! Pero veamos cómo Dios respondió a David: “También
el Eterno ha remitido tu pecado; no morirás”.
¿Por qué los graves
pecados de David fueron “quitados” y perdonados, pero no los de Saúl ni los de
Judas, aunque parecían expresar una pena similar?
Hay más en el
versículo 13 que no fue citado arriba. Veamos: “He pecado contra el
Señor”.
¿Por qué es tan
importante entender esta expresión “contra el Señor”?
Todos los pecados son
contra Dios
El arrepentimiento y
el proceso de conversión implican un cambio completo de mentalidad y dirección
en nuestra vida. Una vez que nos arrepintamos verdaderamente, nuestras acciones
reflejarán un deseo profundamente arraigado y centrado en Dios de agradar a
nuestro Padre de la manera en que vivimos, junto con una preocupación interior
y amor por los demás seres humanos.David reconoció que al pecar había
quebrantado la ley eterna y justa de su Creador y había desagradado a Dios. En
una sentida suplica clamó a Dios y le pidió perdón: “Porque yo reconozco mis
rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti
solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas
reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:3-4).
¡David estaba
terriblemente molesto porque había decepcionado a Dios y lo había defraudado!
El rey David tenía
faltas, pero se arrepintió de ellas de acuerdo a Dios, mostrando un verdadero
temor y un profundo respeto por Dios. También determinó que en el futuro
viviría como Dios lo deseaba. Este estado mental y compromiso de vivir de
acuerdo con las instrucciones de Dios agradó a Dios, quien por la abundancia de
su misericordia perdonó a David.
También es posible
que David se diera cuenta de que sus pecados, junto con los pecados de toda la
humanidad, serían la razón de la muerte futura del Mesías, nuestro Salvador
Jesucristo. David fue el autor del Salmo 22, que hace un relato gráfico del
horrible sufrimiento y muerte que Cristo experimentaría.
Tristeza según Dios o
según el mundo —¿cuál?
La enseñanza bíblica
acerca del tema del arrepentimiento es que el dolor, la aflicción y el
remordimiento que mostramos cuando nos arrepentimos deben ser dirigidos a Dios.
Debemos reconocer que cuando pecamos, ofendemos a Dios y quebrantamos su santa,
justa y buena ley (Romanos 7:12). El apóstol Pablo declaró que necesitamos
“arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo” (Hechos 20:21). Después de que tengamos un corazón arrepentido,
nuestra fe será demostrada en la manera en que vivimos (Santiago 2:20).
Desafortunadamente,
las personas bien intencionadas pueden experimentar una aflicción engañosa y
falsa —una conversión falsa— que la Biblia llama “la tristeza del mundo” que
“produce muerte” (2 Corintios 7:10). Por otro lado, hay una perspectiva del
verdadero arrepentimiento, descrita por Pablo como un “tristeza que es
según Dios” que “produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que
arrepentirse” (v. 10, primera parte). Pablo se alegró de que los miembros de la
Iglesia en Corinto estuvieran “contristados según Dios” (v. 11), motivados a
vivir una nueva forma de vida de la que nunca “hay que arrepentirse”. Los
versículos 11 y 12 describen los atributos que produce un verdadero
arrepentimiento según Dios, dirigido a Dios.
David, un hombre
según el corazón de Dios, tuvo está tristeza según Dios y lo demostró por sus
acciones posteriores. Y así Dios “quitó” sus pecados —lo perdonó.
¿Entendemos la
diferencia esencial y fundamental entre la tristeza según Dios y la tristeza
según el mundo? Una puede conducir a la muerte eterna; la otra, a la vida
eterna.
Una de las
motivaciones para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar nuestra manera de
vivir es comprender que cuando pecamos, ofendemos a Dios, así que después del
arrepentimiento tratamos de hacer todo lo posible para no ofenderlo más.
Además, llegamos a entender que nuestros pecados causaron la muerte de nuestro
Salvador, Jesucristo. Estas son las razones por las que diariamente estamos
“combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:4).
El arrepentimiento
según Dios —un nuevo camino de vida
El arrepentimiento y
el proceso de conversión implican un cambio completo de mentalidad y dirección
en nuestra vida. Una vez que nos arrepintamos verdaderamente, nuestras acciones
reflejarán un deseo profundamente arraigado y centrado en Dios de agradar a
nuestro Padre de la manera en que vivimos, junto con una preocupación interior
y amor por los demás seres humanos.
El arrepentimiento
real incluye reconocer nuestros pecados y luego vivir de acuerdo con los
mandamientos de Dios. Saúl y Judas reconocieron su pecado, pero no siguieron
hasta el final en su propósito de vivir de una manera diferente. Dios no quería
que Judas se suicidara. Deseaba que Judas se arrepintiera de su pecado y luego
demostrara su arrepentimiento viviendo de una manera diferente.
Dios mira los
pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Cuando nos arrepentimos de
nuestros pecados, que nuestros pensamientos hagan eco de la actitud del Rey
David: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho este mal ante tus
ojos”.
¡Que Dios nos ayude a
experimentar este cambio de corazón y a vivir de acuerdo con este
arrepentimiento verdadero y según Dios! Es el camino que conduce a la vida
—para toda la eternidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario