viernes, 3 de abril de 2020

Perdóname —porque he pecado



Judas Iscariote y el rey Saúl reconocieron sus pecados, pero ¿se arrepintieron realmente? ¿Qué está buscando Dios hoy en un pecador arrepentido?
Tal vez se ha dado cuenta de que el pecado es quebrantar los mandamientos de Dios (1 Juan 3:4) y que ya no quiere vivir una vida de desobediencia a sus leyes. Su deseo es entregar completamente su voluntad a la perfecta voluntad de Dios y cambiar sus caminos de pecado para poder caminar en armonía con su Creador.
En la fe usted se está convirtiendo a Jesucristo como su Salvador personal, sabiendo que a través de su sangre derramada su pasado culpable puede ser perdonado. Con sinceridad, usted entiende que sus transgresiones fueron el motivo por el que Cristo fue clavado en la cruz y tuviera que sufrir  una muerte horrible. La pena de muerte en la que usted incurrió fue pagada en su totalidad por su Salvador.
Ahora, más que nunca, usted quiere pensar como Dios piensa y tener una relación personal y cercana con Él.
El camino a seguir
¿Y ahora qué? ¿Qué dice la Biblia que debemos hacer para convertirnos en verdaderos cristianos? ¿Qué incluye el proceso de conversión?
Para ser aceptados por Dios como verdaderos cristianos, necesitamos tener su Espíritu Santo. La Palabra de Dios dice que sin el Espíritu Santo no somos cristianos: “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.... Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es suyo” (Romanos 8:8-9, énfasis añadido). Cuando una persona tiene el Espíritu Santo, se convierte, pertenece a Cristo y es considerado un verdadero cristiano.
¿Cómo recibimos el Espíritu Santo? “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Dios promete que, si nos arrepentimos genuinamente, nos concederá su Espíritu Santo y seremos llamados “sus escogidos” (Lucas 18:7).
Sólo podemos ser bautizados después de arrepentirnos, el bautismo es una demostración externa de nuestra fe interior en Jesucristo. El arrepentimiento es más que lamentar pecados pasados; es un cambio total de mentalidad que va encaminado a vivir un nuevo camino de vida. Es alejarse de preocuparse únicamente por uno mismo y volverse hacia la obediencia a Dios y tener una preocupación por nuestros semejantes (Mateo 22:36-40).
El verdadero arrepentimiento según Dios es un componente clave en el proceso de conversión. Es fundamental para nuestro futuro crecimiento y desarrollo espiritual.
La dimensión que falta en el arrepentimiento según Dios
Pero la Biblia nos dice que hay una manera equivocada de arrepentirse: un cargo de conciencia según el mundo.
Los tres ejemplos bíblicos siguientes nos proporcionan una visión de la dimensión vital del arrepentimiento genuino. Todos ellos pecaron, pero hay que tener en cuenta lo que hicieron mal en dos de los ejemplos, y lo que el otro hizo bien, al buscar el arrepentimiento y el perdón.
1. Saúl, el primer rey de Israel
Saúl es una de las figuras más trágicas del Antiguo Testamento. Fue designado por Dios para ser el primer rey de la nación de Israel.
Antes de una batalla contra los filisteos en Gilgal, el profeta Samuel le dio a Saúl instrucciones explícitas de no comenzar la batalla hasta que él llegara para ofrecer un sacrificio (1 Samuel 10:8). Saúl también debería haber conocido el estricto requisito de que sólo los levitas debían ofrecer sacrificios. Pero en cambio, Saúl, que no era levita, desobedeció y asumió la tarea de ofrecer el sacrificio. Samuel llegó tan pronto como Saúl terminó de ofrecer el holocausto. En vez de expresar un verdadero arrepentimiento, Saúl sólo dio excusas por sus acciones (1 Samuel 13:8-14).
Este mismo patrón de desobediencia continuó siendo un factor en el reinado de Saúl, hasta que Dios le dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11).
En otra ocasión Saúl desobedeció las instrucciones de Dios acerca de cómo debía obrar con los amalecitas, los archienemigos de los israelitas (1 Samuel 15:1-4). Saúl se negó a cumplir todas las instrucciones que se le habían dado, y perdonó al rey amalecita y a lo mejor de los animales (vv. 7-9).
Cuando fue confrontado por Samuel, Saúl culpó al pueblo por su mala conducta; no vio su rebeldía y falta de obediencia (vv. 20-21). Posteriormente Samuel pronunció estas angustiantes palabras: “Por cuanto tú desechaste la palabra del Eterno, él también te ha desechado para que no seas rey” (v. 23).
Ahora fíjese bien en la reacción de Saúl: “Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento del Eterno y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado” (vv. 24-25).
Saúl le pidió a Samuel que lo perdonara. Sin embargo, Dios no lo perdonó (v. 26). Algo estaba muy mal en la aparente actitud de arrepentimiento de Saúl.
¿Qué es lo que estaba tan mal en el enfoque aparentemente sincero de Saúl? ¿Fue su respuesta puramente intelectual y académica? ¿Qué es lo que faltaba?
Continúe leyendo para encontrar la respuesta.
2. Judas, discípulo de Cristo
Analicemos otra personalidad trágica y muy bien conocida en la Biblia.
Después de su traición a Jesús, Judas se dio cuenta de las terribles consecuencias de sus actos. Él llevó las 30 piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos y con remordimiento arrojó las monedas al piso del templo (Mateo 27:3-5).
De nuevo, fíjese bien en lo que dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente” (v. 4).
Pero luego se marchó avergonzado y se ahorcó. Reconoció su pecado y su culpa. Sin embargo, su reconocimiento externo del mal no lo llevó a la respuesta que Dios deseaba.
“He pecado”. ¡Estas son las mismas palabras que el Rey Saúl usó! Pero, como en el caso de Saúl, Judas trágicamente no hizo los cambios que Dios nos pide que hagamos.
¿Por qué?
Continúe leyendo para descubrir la respuesta.
3. David, rey de Israel
Después de que Dios rechazó a Saúl, Samuel le dijo: “El Eterno se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual el Eterno ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que el Eterno te mandó” (1 Samuel 13:14). Vea también Hechos 13:22.
Samuel fue enviado entonces a ungir a David para que, finalmente, se convirtiera en rey sobre Israel (1 Samuel 16:1-13), y Dios le dijo a Samuel lo que buscaba en el próximo rey: “Porque el hombre mira la apariencia exterior, pero el Eterno mira el corazón” (v. 7). Es desde el corazón y la mente que uno se arrepiente y con toda sinceridad se vuelve y va en la dirección opuesta.
Aunque David tenía ciertas debilidades y cometió pecados graves y lamentables, tenía un punto de vista diferente al de Saúl y al de Judas. Un episodio que prácticamente todos los lectores de la Biblia conocen es su adulterio con Betsabé y cómo planeó perversamente el asesinato de su esposo Urías.
Estos eran pecados terribles; y desde una perspectiva humana, parecen aún peores que los pecados de Saúl. Pero había una diferencia importante en la forma en que los hombres respondían a sus pecados.
Al ser confrontado por el profeta Natán, quien fue enviado por Dios, la respuesta de David es muy instructiva y es de vital importancia que la entendamos. Natán presentó una historia convincente que llevó a David a reconocer su culpabilidad, iniquidad y pecado.
“Entonces dijo David a Natán: Pequé contra el Eterno” (2 Samuel 12:13).
¡Es la misma frase usada por Saúl y Judas! Pero veamos cómo Dios respondió a David: “También el Eterno ha remitido tu pecado; no morirás”.
¿Por qué los graves pecados de David fueron “quitados” y perdonados, pero no los de Saúl ni los de Judas, aunque parecían expresar una pena similar?
Hay más en el versículo 13 que no fue citado arriba. Veamos: “He pecado contra el Señor”.
¿Por qué es tan importante entender esta expresión “contra el Señor”?
Todos los pecados son contra Dios
El arrepentimiento y el proceso de conversión implican un cambio completo de mentalidad y dirección en nuestra vida. Una vez que nos arrepintamos verdaderamente, nuestras acciones reflejarán un deseo profundamente arraigado y centrado en Dios de agradar a nuestro Padre de la manera en que vivimos, junto con una preocupación interior y amor por los demás seres humanos.David reconoció que al pecar había quebrantado la ley eterna y justa de su Creador y había desagradado a Dios. En una sentida suplica clamó a Dios y le pidió perdón: “Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:3-4).
¡David estaba terriblemente molesto porque había decepcionado a Dios y lo había defraudado!
El rey David tenía faltas, pero se arrepintió de ellas de acuerdo a Dios, mostrando un verdadero temor y un profundo respeto por Dios. También determinó que en el futuro viviría como Dios lo deseaba. Este estado mental y compromiso de vivir de acuerdo con las instrucciones de Dios agradó a Dios, quien por la abundancia de su misericordia perdonó a David.
También es posible que David se diera cuenta de que sus pecados, junto con los pecados de toda la humanidad, serían la razón de la muerte futura del Mesías, nuestro Salvador Jesucristo. David fue el autor del Salmo 22, que hace un relato gráfico del horrible sufrimiento y muerte que Cristo experimentaría.
Tristeza según Dios o según el mundo —¿cuál?
La enseñanza bíblica acerca del tema del arrepentimiento es que el dolor, la aflicción y el remordimiento que mostramos cuando nos arrepentimos deben ser dirigidos a Dios. Debemos reconocer que cuando pecamos, ofendemos a Dios y quebrantamos su santa, justa y buena ley (Romanos 7:12). El apóstol Pablo declaró que necesitamos “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Después de que tengamos un corazón arrepentido, nuestra fe será demostrada en la manera en que vivimos (Santiago 2:20).
Desafortunadamente, las personas bien intencionadas pueden experimentar una aflicción engañosa y falsa —una conversión falsa— que la Biblia llama “la tristeza del mundo” que “produce muerte” (2 Corintios 7:10). Por otro lado, hay una perspectiva del verdadero arrepentimiento, descrita por Pablo como un “tristeza que es según Dios” que “produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse” (v. 10, primera parte). Pablo se alegró de que los miembros de la Iglesia en Corinto estuvieran “contristados según Dios” (v. 11), motivados a vivir una nueva forma de vida de la que nunca “hay que arrepentirse”. Los versículos 11 y 12 describen los atributos que produce un verdadero arrepentimiento según Dios, dirigido a Dios.
David, un hombre según el corazón de Dios, tuvo está tristeza según Dios y lo demostró por sus acciones posteriores. Y así Dios “quitó” sus pecados —lo perdonó.
¿Entendemos la diferencia esencial y fundamental entre la tristeza según Dios y la tristeza según el mundo? Una puede conducir a la muerte eterna; la otra, a la vida eterna.
Una de las motivaciones para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar nuestra manera de vivir es comprender que cuando pecamos, ofendemos a Dios, así que después del arrepentimiento tratamos de hacer todo lo posible para no ofenderlo más. Además, llegamos a entender que nuestros pecados causaron la muerte de nuestro Salvador, Jesucristo. Estas son las razones por las que diariamente estamos “combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:4).
El arrepentimiento según Dios —un nuevo camino de vida
El arrepentimiento y el proceso de conversión implican un cambio completo de mentalidad y dirección en nuestra vida. Una vez que nos arrepintamos verdaderamente, nuestras acciones reflejarán un deseo profundamente arraigado y centrado en Dios de agradar a nuestro Padre de la manera en que vivimos, junto con una preocupación interior y amor por los demás seres humanos.
El arrepentimiento real incluye reconocer nuestros pecados y luego vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. Saúl y Judas reconocieron su pecado, pero no siguieron hasta el final en su propósito de vivir de una manera diferente. Dios no quería que Judas se suicidara. Deseaba que Judas se arrepintiera de su pecado y luego demostrara su arrepentimiento viviendo de una manera diferente.
Dios mira los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, que nuestros pensamientos hagan eco de la actitud del Rey David: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho este mal ante tus ojos”.
¡Que Dios nos ayude a experimentar este cambio de corazón y a vivir de acuerdo con este arrepentimiento verdadero y según Dios! Es el camino que conduce a la vida —para toda la eternidad.

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