En
la tercera Bienaventuranza, Jesús dijo: “Bienaventurados los mansos, porque
ellos heredarán la tierra” (Mateo 5,5). La mansedumbre no se trata de
debilidad, sino de mantener el poder bajo control. ¿Cómo puede un cristiano ser manso?
¿Qué
tienen en común un caballo domesticado y un cristiano?
Cada
uno puede ser descrito con la palabra griega praus, que a menudo se traduce
como “mansedumbre” o “gentileza”. Este concepto de mansedumbre expresa que hay
una fuerza bajo control. La Biblia de estudio diario de William Barclay señala
que praus “es la palabra común para un animal que ha sido domesticado, que ha
sido entrenado para obedecer la palabra de mando, que ha aprendido a responder
a las riendas”. Un caballo salvaje y descontrolado puede causar grandes daños,
pero si es domesticado, esa energía puede ser aprovechada y utilizada
productivamente.
La
mansedumbre es un rasgo necesario en la vida de un cristiano. No es sólo el
poder bajo control, sino el poder bajo el control de Dios. Para un cristiano,
la mansedumbre consiste en darle todo a Dios y estar completamente a su
disposición.
Dios
va a reprender a los que son orgullosos y arrogantes (Sofonías 3:11-12). La
mansedumbre se desarrolla cuando uno tiene disposición para aprender y sigue el
camino de Dios (Salmo 32:8-9). La mansedumbre se reconoce como un componente
importante del fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23).
La
mansedumbre se hace evidente en nuestro acercamiento a la voluntad de Dios y en
la interacción con otras personas. Somos mansos cuando buscamos lo mejor para
los demás.
Porque
heredarán la Tierra
A
los mansos se les promete una gran herencia: la Tierra (Mateo 5:5). Dios
promete la Tierra a los que temen al Eterno (Salmo 25:12-13), a los que esperan
en el Eterno (Salmo 37:9) y a los mansos (Salmo 37:11; Mateo 5:5). Éstas no son
promesas contradictorias; se apoyan mutuamente, ya que los mansos son personas
que temen y esperan en el Señor.
Algunos
pueden sorprenderse al saber que Jesús prometió la Tierra a los mansos, no el
cielo. Pero lo que la Biblia dice acerca del Reino de Dios que se establece en
la Tierra y la asombrosa renovación y restauración que Dios ha planeado es un
estudio emocionante. Algunos pueden sorprenderse al saber que Jesús prometió la
Tierra a los mansos, no el cielo. Pero lo que la Biblia dice acerca del Reino
de Dios que se establece en la Tierra y la asombrosa renovación y restauración
que Dios ha planeado es un estudio emocionante.
Viniendo
de alguien más, la promesa de Jesús a los mansos sería vana e imposible. Pero
viniendo de Jesucristo, esta promesa es más sólida que si estuviera escrita en
piedra. Dios no miente ni cambia de opinión (Tito 1:2; Hebreos 6:18). Los que
lo sigan van a tener la Tierra como recompensa. A medida que crecen y se
convierten en hijos de Dios, los mansos serán herederos de todo lo que es suyo
(Romanos 8:17). ¡Esto incluye la Tierra!
La
Biblia describe un planeta tierra hermoso, pacífico y próspero que será una
herencia impresionante.
El
camino del hombre
La
mansedumbre no es un rasgo que la mayoría de la gente naturalmente se incline a
tener. La sabiduría convencional diría que la Tierra y todo lo que hay en ella
es para aquellos que tengan la audacia para actuar y la fuerza para tomarla.
Para muchos, la mansedumbre es simplemente debilidad y significa permitir que
otros pasen por encima de ti.
Este
concepto aparece en las representaciones de Jesucristo en el arte. Jesucristo
dijo claramente que era manso (Mateo 11:28-30). En su mansedumbre, Él fue
abusado hasta el punto de ser golpeado y quedar irreconocible (Isaías 52:14;
53:5-7). Pero los artistas parecen haber tomado su mansedumbre como algo que
demostraba debilidad y fragilidad, creando imágenes de un hombre endeble e
indefenso. Lo que la mayoría de la gente no sabe es que la concepción popular
de la apariencia de Cristo no es ni remotamente parecida.
Lo
que a menudo se olvida de Jesucristo es que en su mansedumbre aún actuaba con
gran poder, pero siempre estaba en control de sí mismo. Cuando llegó el momento
de actuar, Jesús actuó con firmeza y sin incertidumbre (Juan 2:14-17).
Jesús
puso una clara restricción en el uso de su poder: la voluntad de su Padre (Juan
5:30). Jesús tenía el poder de detener a todos los que se le oponían, como dijo
la noche en que fue arrestado, pero decidió no usar ese poder (Mateo 26:50-54;
Filipenses 2:5-11).
Incluso
ante una muerte insoportable en la cruz, Jesucristo se sometió a la voluntad
del Padre (Mateo 26:36-44).
Cómo
se manifiesta la mansedumbre
La
mansedumbre afecta la manera en que interactuamos con Dios y con nuestro
prójimo. Los mansos reciben tranquilamente la Palabra de Dios y la aplican en
sus vidas, sin importar el costo (Santiago 1:21-25).
La
mansedumbre implica obediencia a Dios y la voluntad de sacrificarse para agradarle.
Algunas veces este sacrificio incluye actos de servicio con Él y con los demás
(Mateo 20:25-28).
Los
mansos también son amables en todas sus interacciones con los demás. Esto no
significa que los mansos permitan que todos hagan lo que quieran con ellos;
cuando llegue el momento de hacer frente, se mantendrán firmes. Sin embargo,
hay maneras de ser firmes y seguir siendo amables.
Los
mansos son lentos para la ira; controlan sus impulsos (Proverbios 14:29). El
manso domina el arte de usar una respuesta suave para suavizar una situación
(Proverbios 15:1). La mansedumbre soporta con amor a los demás incluso cuando
es difícil (Efesios 4:1-3; Colosenses 3:12-13). Para hacer esto, un cristiano
no debe ofenderse fácilmente.
La
mansedumbre influye en la manera en que hacemos todo. Eventualmente va a
cambiar nuestras prioridades, haciendo que busquemos la justicia que Cristo
mencionó en la próxima Bienaventuranza: “Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia” (Mateo 5:6).
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