En la séptima
Bienaventuranza, Jesús mostró que Dios nos ha llamado a ser pacificadores, y ha
prometido una recompensa que está más allá de toda comprensión.
“Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” es la séptima
Bienaventuranza de Jesucristo (Mateo 5:9).
Ser un pacificador no
es fácil ni simple. Requiere una serie de diferentes características de acuerdo
a Dios que trabajan juntas.
Algunos de los rasgos
de carácter que necesitamos para ser pacificadores son: ser pobres en espíritu,
lamentarnos por el pecado y el sufrimiento de los demás, ser mansos, tener
hambre y sed de justicia, ser misericordiosos y limpios de corazón.
En pocas palabras, la
capacidad de ser un pacificador es un resumen de todas las Bienaventuranzas
anteriores. ¡Aquellos que interioricen todos estos rasgos y se conviertan en
pacificadores van a recibir quizás la promesa más grande de la Biblia!
Bienaventurados los
pacificadores
La forma en que la
gente utiliza el término pacificador es irónica, porque a menudo lo aplican a
instrumentos de guerra y violencia. Ya sea el Pacificador Colt el que
“conquistó el Oeste” o el bombardero B-36 de la época de la Guerra Fría, el
“pacificador” a menudo se refiere a un arma diseñada para matar al enemigo
antes de que éste lo mate a usted.
Esto está lejos de la
definición de Dios. Dios ve al pacificador como alguien que vive de tal manera
que trae paz a los demás. Un pacificador no sólo previene los conflictos,
también trabaja para lograr el mayor beneficio para los demás.
Para ayudar a llevar
la paz a los demás, es esencial que los pacificadores practiquen la paz en sus
vidas. Esta paz se obtiene siguiendo la justa ley de Dios. “Mucha paz tienen
los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo” (Salmos 119:165). Escuchar y
obedecer a Dios nos da paz.
“Cuando los caminos
del hombre son agradables al Eterno, Aun a sus enemigos hace estar en paz con
él” (Proverbios 16:7). Seguir a Dios de una manera que le agrada traerá paz a
largo plazo.
Uno de los elementos
de la ley de Dios que trabaja para traer paz entre las personas es su ley para
tratar con las ofensas. La letra de la ley era “no matarás” (Éxodo 20:13), pero
Jesús, durante su ministerio, reveló el espíritu de la ley.
“Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:22-24)
La verdadera paz no
viene sólo con el conocimiento y el esfuerzo humano. Tanto la Biblia como los
libros de historia muestran claramente que el hombre no conoce el camino de la
paz por su cuenta (Romanos 3:17). Para poder encontrar la paz, necesitamos
ayuda. La verdadera paz es un don de Dios a través de su Espíritu Santo
(Gálatas 5:22).
Podemos recibir este
maravilloso don a través de la oración fiel y sincera. Como escribió Pablo:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Se nos dice que “la
paz de Dios gobierne en vuestros corazones” (Colosenses 3:15). Debemos trabajar
constantemente para tener paz en nuestras acciones (Santiago 3:18). Es nuestra
responsabilidad como cristianos, “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Porque ellos serán
llamados hijos de Dios
Es a este pueblo a
quien Dios le hace la promesa más preciada: “Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Una de las
características que definen a Dios es la paz. Él es el autor de la paz (1
Corintios 14:33). A lo largo de la Biblia se le identifica como “el Dios de
paz” (Hebreos 13:20, por ejemplo). Así que tiene todo el sentido que sus hijos
se definan como pacificadores.
La Biblia revela una
increíble y asombrosa verdad: Somos creados para convertirnos en los “hijos e
hijas” de Dios (2 Corintios 6:18). ¡El Dios del universo lo creó a usted con la
intención expresa de llevarlo a su familia eterna!
Tan increíble cómo
puede parecer, aún hay más en la promesa de ser hijos de Dios. Los hijos de
Dios van a heredar “todas las cosas” (Hebreos 2:8). Los pacificadores, es
decir, los que interiorizan y viven de acuerdo a las características de las
Bienaventuranzas, llevando la paz a los demás —se convertirán en hijos de Dios
y reinarán como “reyes y sacerdotes... en la tierra” (Apocalipsis 5:10).
Vamos a gobernar
junto con Jesucristo, quien también tiene el título de “Príncipe de Paz”
(Isaías 9:6). El Reino que vamos a gobernar estará regido por la paz (Romanos
14:17).
El camino de la raza
humana
La paz es la
esperanza de millones de personas en todo el mundo, pero es algo que la raza
humana ha demostrado ser incapaz de lograr. La paz es la esperanza de millones
de personas en todo el mundo, pero es algo que la raza humana ha demostrado ser
incapaz de lograr. Dicho francamente, la humanidad no sabe cómo lograr la paz
(Isaías 59:8). Sin Dios, el hombre no puede encontrar el camino hacia la paz a
pesar de los últimos tratados, tecnologías o filosofías.
En cambio, el hombre
parece inevitablemente atraído a la guerra (Salmo 120:6-7). Mientras el hombre
se rehúse a seguir a Dios y siga su propia naturaleza carnal y el engaño de
Satanás, entonces la guerra reinará en la Tierra. La guerra, como todo
conflicto, comienza con las diferentes pasiones y codicias del hombre (Santiago
4:1-2).
El conflicto dentro
de una sociedad puede tomar muchas formas —divorcio, demandas, asesinatos,
rivalidades políticas, etcétera— pero todas ellas ilustran claramente la falta
de paz.
Cómo es ser un
pacificador
Está claro que Dios
espera que seamos pacificadores. Pero, ¿cómo es en realidad un pacificador?
¿Cuáles son algunos de los detalles que necesitamos saber para hacer la paz?
Una de las cosas más importantes
que puede hacer un pacificador es buscar la paz. Un pacificador no se sienta a
esperar la paz, sino que continuamente la está buscando mientras evita el
camino del mal que destruye esa paz (Salmos 34:14). El pueblo de Dios tampoco
puede darse el lujo de buscar la paz selectivamente, sino que debe “seguid la
paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
En Génesis 13:8-12 se
nos da un excelente ejemplo de cómo ser un pacificador. Cuando surgió el
conflicto entre los pastores de Abraham y los pastores de su sobrino Lot,
Abraham buscó la paz. En vez de defender sus derechos como anciano y demandar
cosas para él, se acercó pacíficamente a Lot y voluntariamente cedió al ofrecer
la mejor tierra a Lot para que hubiera paz. A veces la paz requiere sacrificio.
Un pacificador debe estar dispuesto a sufrir las ofensas (1 Corintios 6:7).
Los pacificadores
también evitan y eliminan las fuentes de conflicto. Éstos son a menudo fallas
en el carácter o tendencias al pecado que combatimos regularmente. Una de estas
fallas es la tendencia a juzgar y condenar a otros, aun cuando somos culpables
del mismo pecado (Mateo 7:1-5). La violencia y el odio hacia los demás también
es algo que un verdadero pacificador debe evitar (Mateo 5:43-48).
Los pacificadores
también son conscientes del poder de sus palabras. Ellos saben que una palabra
tranquila puede calmar una situación, mientras que una palabra fuerte y airada
puede agravar el problema (Proverbios 15:1).
Una de las mejores
herramientas que tiene un pacificador es el perdón. Si podemos perdonar a
alguien por hacernos mal, entonces la paz siempre es posible.
Ser un pacificador es
una tarea exigente que requiere de una aplicación correcta de las otras
Bienaventuranzas. Juntos, todos estos rasgos de carácter distinguen a un
cristiano y nos preparan para afrontar con lo que Jesús menciona en la próxima
Bienaventuranza, la persecución.
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