jueves, 14 de mayo de 2020

Bienaventurados los misericordiosos



Jesucristo dijo que los misericordiosos son bienaventurados porque ellos también recibirán misericordia. ¿Cómo podemos aplicar hoy esta quinta Bienaventuranza?

“Clemente y misericordioso es el Eterno, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es el Eterno para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmos 145:8-9).

Una de las características principales de Dios en su relación con la humanidad es su misericordia. La misericordia está presente en todo lo que Él hace.

Ya que la misericordia es una parte tan importante del carácter de Dios, aquellos que practican la Bienaventuranza anterior de tener hambre y sed de su justicia verán, necesariamente, la necesidad de desarrollar la cualidad de la misericordia. Al hacerlo, van a desarrollar la quinta de las Bienaventuranzas:

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).

Bienaventurados los misericordiosos

Tanto el Padre como Cristo están llenos de misericordia (Efesios 2:4-5). Y Dios quiere que crezcamos también en esta importante característica. Dios dijo: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Oseas 6:6).

Es uno de los rasgos que Dios espera específicamente de aquellos que están comprometidos a seguirle (Miqueas 6:8). Jesús nos dice: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:36). También llamó a la misericordia una de las “cosas más importantes de la ley” (Mateo 23:23).

Ya que Dios hace tanto énfasis en la misericordia, es importante que entendamos lo que es. La misericordia incluye ser amable y compasivo con alguien que le ofendió cuando está en su poder hacer lo contrario.

Pero, según William Barclay en su Biblia de estudio diario, el concepto detrás de esta Bienaventuranza va más allá. Se refiere a un esfuerzo consciente para ver los acontecimientos a través de los ojos de otro individuo —para sentir lo que él o ella está sintiendo.

Los misericordiosos hacen lo mejor que pueden para dejar a un lado sus propios sentimientos y pensar en cómo alguien más siente y experimenta las cosas. La misericordia no se trata sólo de perdonar a las personas, también de identificarse con ellas y, en la medida de lo posible, comprender sus experiencias.

El mejor ejemplo de misericordia es Jesucristo, que llevando una vida como ser humano pudo entender completamente su creación (Hebreos 4:15). Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, vivió como uno de nosotros y puede entender completamente lo que es perder un miembro de la familia, tener frío, tener hambre, padecer incomodidades y dolor, y tratar con gente frustrada y malvada.

Jesucristo, debido a sus experiencias, puede mostrar misericordia como ninguna otra persona podría.

Porque ellos alcanzarán misericordia

La misericordia a menudo produce resultados positivos inmediatos ya que mejora nuestras relaciones y evita que alimentemos la amargura y otras emociones dañinas (Proverbios 11:17). Y más allá de eso, Jesucristo también prometió que los misericordiosos “alcanzarán misericordia”.

Un principio importante detrás de esta Bienaventuranza es el principio de sembrar y cosechar. La Biblia enseña: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). Nuestras acciones de hoy tendrán consecuencias en el futuro y van a afectar nuestra vida y la vida de quienes nos rodean.

Dios escoge extender su misericordia a aquellos que son misericordiosos (Salmos 18:25). Como Dios Todopoderoso, Él tiene el derecho de decidir a quién extiende su compasión (Éxodo 33:19).

En la parábola del siervo que no quiso perdonar (Mateo 18:23-35), Jesús muestra por qué Dios sólo extiende su misericordia a aquellos que son misericordiosos.

Dios, al igual que el maestro de la parábola, nos perdona una gran deuda: la pena de muerte por nuestros pecados contra Él, que requería la muerte de su Hijo (Salmo 51:4; 1 Corintios 15:3). Si comparamos lo que Dios nos ha perdonado, las ofensas de nuestros semejantes no tienen mayor trascendencia. Rehusar perdonar a otros por estas ofensas menores (en comparación) muestra una falta de aprecio por su misericordia.

La misericordia también muestra nuestro amor a Dios y al prójimo. Veamos lo que escribió el apóstol Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:20-21).

El camino del hombre

Las personas rara vez quieren mostrar misericordia, prefieren vengarse como mejor les parezca. Sin embargo, si la retribución es necesaria, debemos dejarla en manos de Dios, que muestra misericordia y justicia de manera cabal. “'No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).

Algunos tienen como lema “Es un mundo en el que si no comes te comen”, y aparentemente no hay espacio para la compasión o la misericordia. Los fuertes toman lo que quieren de los débiles, sin disculpas, excepciones ni recompensas. Por naturaleza, la gente se centra en lo que quiere y necesita, excluyendo a los demás.

Ser misericordioso implica tener en cuenta a los demás para que podamos entender sus circunstancias y sentimientos y ver cómo podemos ayudarlos mejor.

Pero los misericordiosos están muy pendientes de las necesidades de los demás. Ser misericordioso implica tener en cuenta a los demás para que podamos entender sus circunstancias y sentimientos y ver cómo podemos ayudarlos mejor.

Cómo es la misericordia

Un componente importante de la misericordia es el perdón. La enseñanza de Cristo fue que siempre debemos perdonar, aun cuando pensemos que hemos llegado a nuestro límite (Mateo 18:21-22).

Perdonar y ser misericordioso no significa que tengamos que permitir que todos nos pasen por encima continuamente. Eso no sería bueno para ellos, ni para las personas con las que interactúan, o para nosotros.

Incluso Dios, por grande que sea su misericordia, no permite que la humanidad peque para siempre. Él interviene por nuestro propio bien, y su justa ira detiene el pecado y lleva a algunos al arrepentimiento.

Sin embargo, afortunadamente, Él es paciente y “No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo” (Salmos 103:9).

Otro componente clave de la misericordia es la acción. Los misericordiosos no se quedan sentados y hablan cuando hay alguien necesitado. Tampoco se quedan al margen ofreciendo sólo consejos a los oprimidos. En cambio, los misericordiosos toman la iniciativa y ayudan constantemente a los demás.

Uno de los mejores ejemplos de misericordia es el del buen samaritano (Lucas 10:25-37) do somos misericordiosos con los demás y tratamos de hacer lo mejor para ellos, entonces nos acercamos a la próxima Bienaventuranza: “Bienaventurados los de limpio corazón” (Mateo 5:8).

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