La
primera de las bienaventuranzas de Jesús tiene que ver con un espíritu humilde
y las recompensas que vienen para aquellos que tienen esta actitud.
“Bienaventurados los pobres en espíritu” ha sido un mensaje importante para los
cristianos a través de todas las épocas.
El
sermón del monte, que fue dado por Jesucristo, es uno de los registros más
extensos y significativos de su enseñanza en la Biblia. Este mensaje
fundamental comienza con una serie de rasgos o formas de pensar llamadas
Bienaventuranzas, que, cuando se practican, producen gozo y paz mental.
La
primera es una profunda y significativa declaración que se traduce en 14
palabras sencillas en español:
“Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
Bienaventurados
los pobres de espíritu
No es
casualidad que la primera de las bienaventuranzas sea la de ser pobre en
espíritu. Ésta es una característica necesaria para un cristiano —un requisito
esencial para seguir el camino de vida de Dios. Con un espíritu humilde es
posible desarrollar el resto de las características que Jesús plantea y
aprender más acerca del camino de Dios.
La
palabra griega para “pobre” es ptochos, que se usa para describir a
alguien que está físicamente “desprovisto de riqueza, influencia, posición,
honores”, reducido a la mendicidad, y que no tiene poder para ayudarse a sí
mismo o mejorar su posición (Diccionario griego de Thayer). Ésta es la palabra
usada para Lázaro, el mendigo en la conocida parábola (Lucas
16:20-22) y también por la viuda que dio sus dos blancas al tesoro del templo
(Marcos 12:41-44).
Cuando
se usa en el sentido espiritual, como en esta Bienaventuranza, se refiere a
alguien que es lo suficientemente humilde como para reconocer su
insignificancia comparado con Dios, quien tiene un poder impresionante, y
alguien que está dispuesto a someterse a ese poder. Usted no tiene que ser
pobre a nivel físico para ser pobre en espíritu, aunque los ricos pueden tener
más dificultades (Mateo 19:23; Santiago 1:9-11).
Comparados
con Dios, no somos nada. Los pobres en espíritu no se comparan con los demás (2
Corintios 10:12). Después de ver lo insignificante que es uno comparado con
Dios, es imposible no sentirse humillado (Salmos 39:4-7). Después de que Dios
le permitiera a Job dar un vistazo de su grandeza a través de la creación, Job
dijo: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto, me
aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).
Hay
muchas razones por las que Dios nos pide esta profunda humildad. Los
humildes desean y permiten que se les enseñe (Salmos 25:9) y se arrepienten
(Salmos 34:18; 51:17). Reconocen que dependen de Dios y su grandeza (Salmos
69:29-36; Isaías 66:1-2).
Porque
de ellos es el Reino de los Cielos
A los
pobres en espíritu se les hace una promesa increíble: ¡heredarán el Reino
de Dios! (Mateo usa los términos Reino de Dios y reino de los
cielos indistintamente.) Ésta es una promesa que se entreteje a través de
la Biblia en varias formas para aquellos que son humildes y pobres en espíritu.
“Porque
así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el
Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de
espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).
Esto
es algo que nuestro predecesor Jesucristo ya demostró. Cuando vivió en la
Tierra, Jesús se humilló totalmente (Filipenses 2:5-8). El Hijo de Dios estaba
dispuesto a vivir como un ser humano humilde y a sufrir una ignominiosa muerte.
Sin embargo, después de su resurrección, Dios lo llevó a una posición de gloria
increíble a la diestra del trono de Dios sobre toda la creación (vv. 9-11).
¡Y
Dios está formando cristianos humildes herederos del Reino junto a su Hijo
(Santiago 2:5; Romanos 8:17)!
El
camino del hombre
La
humildad no es fácil ni natural. La mayoría de la gente ni siquiera intenta ser
humilde. Para muchos, los orgullosos e independientes son los que parecen ser
los más exitosos. La humildad y la dependencia de Dios son vistas como
debilidades. Este orgullo impide el verdadero arrepentimiento y la humildad que
Dios tanto desea (Santiago 4:8-10).
La
soberbia lleva a la destrucción (Proverbios 16:18-19). Contrariamente a lo que
la mayoría de la gente imagina, los humildes serán honrados cuando los
orgullosos sean derribados (Proverbios 29:23). No es algo que suceda
inmediatamente, pero los humildes serán exaltados “cuando fuere tiempo” (1
Pedro 5:5-6).
Qué es
ser pobre en espíritu
Para
ser pobre de espíritu, es vital saber que significa serlo. Aquí hay tres cosas
que indican que alguien es pobre en espíritu y por lo tanto heredero del Reino.
1.
Obediencia.
Sin
obediencia, Dios y su camino de vida no son más que una información —y una que
se olvida rápidamente. La única manera en que el camino de vida de Dios llega a
ser más que una información es cuando se obedece (Deuteronomio 8:11-17). Esta
obediencia no puede ser parcial, debe ser completa e incluye toda la Palabra de
Dios (Mateo 4:4).
2. No
sentirse por encima de los demás.
Un
aspecto clave de la humildad son nuestras relaciones con los demás. El
comportamiento de un cristiano con los demás debe reflejar un espíritu que no
se esfuerza por obtener lo mejor para sí mismo (Lucas 14:8-11). Un cristiano no
debe hacer nada por “contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).
3.
Arrepentimiento.
Se
necesita ser pobre en espíritu para arrepentirse verdaderamente —para reconocer
el pecado en su propia vida y cambiar. Un espíritu arrepentido es evidencia de
un espíritu pobre y contrito (Lucas 18:9-14). Ver el pecado en la vida de uno
es una muestra de humildad y marca una diferencia más grande entre el hombre
pecador y el Dios justo.
Esto
prepara el escenario para la segunda de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados
los que lloran” (Mateo 5:4).
Los
pobres de espíritu son aquellos que son lo suficientemente humildes para
reconocer la grandeza de Dios y depender de Él. Dios sólo le va a conceder la
herencia de su Reino eterno a quienes tengan esta actitud humilde.
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