Juan
3:16 es sin duda uno de los pasajes bíblicos más conocidos, donde Juan explica que:
“de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Más adelante,
el apóstol también revela que “no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar
al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (v. 17).
Además,
en la profecía del nacimiento de Jesucristo leemos: “Y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo
1:21).
En
otras palabras, como bien lo entendía el apóstol Pablo, una de las razones por
las cuales Cristo vino a la tierra fue “para salvar a los pecadores” (1 Timoteo
1:15).
¿Por
qué necesitamos ser librados del pecado?
¡Necesitamos
ser salvos porque el pecado—que según 1 Juan 3:4 es la infracción de la ley—nos
lleva a la muerte! “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres
acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales
ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Más ahora que habéis
sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto
la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es
muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
(Romanos 6:20-23).
Pero,
¿cómo alcanzamos esta libertad? El apóstol Pablo nos da la respuesta en Romanos
10:9-13: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón
se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la
Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque
no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es
rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo” (énfasis añadido).
Lamentablemente,
este pasaje ha sido utilizado por muchas personas para decir que podemos
alcanzar la salvación con sólo aceptar a Jesucristo. Pero la Biblia revela que
se requiere mucho más que eso.
Arrepentimiento
y bautismo
En
Marcos 16:16, Jesucristo revela que sólo “El que creyere y fuere bautizado,
será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. En otras palabras, tanto la
fe como el bautismo son requisitos para obtener la salvación. Analicemos
primero la importancia del bautismo.
Una
de las Escrituras más importantes—y a menudo ignoradas—para comprender el
camino a la salvación es Hechos 2:37-38. El contexto de este pasaje es el
profundo sermón de Pedro que sacudió los corazones y las conciencias de su
audiencia durante una Fiesta de Pentecostés, el día en que se fundó la Iglesia
del Nuevo Testamento. El mensaje de Pedro fue tan impactante que llevo a estos
creyentes a la acción; “se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”.
Y
Pedro les respondió sin rodeos: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo”.
Como
vemos, lo primero que el apóstol menciona es una orden directa: “Arrepentíos”.
Esencialmente, esto significa alejarse del pecado y obedecer a Dios. Y, tal
como dijo Jesucristo, es un paso absolutamente necesario para ser salvo; “si no
os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5).
¿Cómo
reaccionó la multitud ante la respuesta de Pedro? “Así que, los que recibieron
su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”
(Hechos 2:41).
Entonces,
tanto el bautismo como el arrepentimiento—que precede al bautismo—son pasos
fundamentales para obtener la salvación. Así como lo fueron para quienes
escucharon a Cristo y a Pablo, estos pasos son de vital importancia para
cualquiera que quiera ser salvo en la actualidad.
Dios
nos ama tanto que es paciente con nosotros en nuestra ignorancia. Pero, cuando
ya entendemos lo que Él espera de nosotros, Dios quiere que le obedezcamos.
Como dijo Pablo, Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30).
Fe
Cuando
Jesucristo comenzó a predicar el evangelio, dijo: “El tiempo se ha cumplido, y
el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos
1:15).
Y,
en 1 Corintios 15:1-2, el apóstol Pablo nos revela algo muy interesante: “os
declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también
recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis
la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano”. Es
decir, debemos creer en el mensaje del evangelio, por el cual seremos salvos.
Ese
mensaje incluye el hecho de que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a
las Escrituras” (vv. 3-4). Y también incluye la profecía de la segunda venida
de nuestro Salvador a la tierra; Jesucristo regresará como Rey de Reyes y Señor
de Señores para establecer el reino de Dios en este mundo. Es este el mensaje
en el cual debemos creer: que Jesús es nuestro Salvador y Rey venidero.
Debemos
creer (tener fe) en que Dios cumple todas sus promesas. Y debemos hacerlo con
fe viva, que Hebreos 11:1 describe perfectamente como “la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve”.
Todos
podemos tener una fe como esta. De hecho, necesitamos tener ese tipo de fe para
honrar y amar a Dios apropiadamente, pues sin fe es imposible agradarle (v.6).
Sólo
podemos ser salvos si tenemos una profunda convicción en la veracidad y certeza
de la palabra de Dios; “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe” (Efesios 2:8-9).
Pero
además debemos tener en cuenta lo que nos dice el versículo 10 de Efesios 2:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Debemos
vivir agradando a Dios
Si
realmente queremos ser salvos, también debemos vivir rectamente: “Por lo cual,
desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).
No
podemos volver a vivir en el pecado; debemos vivir conforme a la palabra, leyes
y caminos de Dios, tal como la Biblia los describe. Sus mandamientos deben
estar implantados en nuestra mente y su camino de vida debe ser el nuestro.
Como
dice Jesucristo: “el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo
24:13); si queremos obtener la salvación, debemos perseverar y continuar hasta
el fin.
Es
por esto que Apocalipsis 2:10-11 nos exhorta diciendo: “Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda
muerte”.
Vivir
según la palabra de Dios, al igual que el arrepentimiento, el bautismo y la fe,
es un requisito para obtener la salvación; el que no cumpla con alguno de
estos, no será salvo.
Cómo
obtener la salvación: ¿qué debe hacer usted?
Primero,
debe tener claro que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Y,
como vemos en 1 Pedro 3:9, también quiere que nos arrepintamos: “El Señor no
retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento”.
Dios
desea que cada uno de nosotros se arrepienta y llegue al conocimiento de su
verdad. También espera que creamos y tengamos fe en su hijo Jesucristo y seamos
bautizados, lo cual simboliza la muerte de nuestro “viejo hombre”. Nuestro
Creador quiere que vivamos según sus leyes y que, eventualmente, seamos salvos
y vivamos en su Reino eternamente.
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