sábado, 21 de marzo de 2020

Esperanza en Cristo



Tener esperanza es confiar en que algo bueno está por venir. Pero hoy en día muchas personas han perdido la esperanza por completo. ¿Habrá realmente esperanza de un mejor futuro para la humanidad?
Tener esperanza es algo maravilloso —especialmente si podemos estar seguros de que nuestro anhelo se hará realidad. El problema surge cuando ponemos nuestra esperanza en algo inalcanzable, como hacernos millonarios de la noche a la mañana jugando a la lotería o algún otro juego de azar. Claramente, un deseo de este tipo no se cumplirá con facilidad. ¿Dónde debemos poner nuestra esperanza entonces?
¿Qué le pasa a usted? ¿Tiene alguna esperanza que le ayude a soportar sus problemas, pruebas o dificultades? Muchas personas no la tienen. Lamentablemente, el mundo está lleno de personas que se sienten ahogadas por situaciones que están fuera de su control.
¿Dónde está la solución? ¿Habrá alguna esperanza cierta a la cual podamos aferrarnos?
Según la palabra de Dios, sí la hay.
La esperanza eterna y su gran enemigo
Como veremos, la única esperanza real de la humanidad está en Cristo y en la posibilidad de ser hijos eternos de Dios por medio de Él. Pero a través de la historia, esta esperanza ha sido distorsionada y negada incontable número de veces.
Actualmente, la mayoría de los religiosos creen en la vida después de la muerte de una forma u otra. Pero por extraño que parezca, ya en el tiempo de Jesucristo existía una secta judía —los saduceos— que no creía en la resurrección de los muertos. (Hechos 23:8)
Según Flavio Josefo, importante historiador judío del primer siglo, los saduceos creían que:
El destino no existe.
El hombre pude decidir libremente entre el bien y el mal, tiene libre albedrío.
El alma no es inmortal y por lo tanto no hay vida después de la muerte.
No hay recompensas ni castigos después de la muerte.
Esta lista nos hace pensar que los saduceos no tenían ninguna esperanza más allá de esta vida; al parecer, la muerte era la última palabra según ellos. Pero tal idea es completamente opuesta al mensaje de esperanza que Cristo vino a dar: la promesa de vida eterna en el Reino de Dios.
Hubo también otras falsas creencias sobre el “más allá” que lograron introducirse incluso en la Iglesia del Nuevo Testamento. En cierta ocasión, por ejemplo, existieron dos hombres cuya “palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Timoteo 2:17-18).
¿La razón? Satanás el diablo —engañador del mundo entero (Apocalipsis 12:9)— siempre ha intentado cegar a la humanidad ante la única esperanza real que podemos tener: la esperanza en Cristo. La verdad sobre la resurrección ha sido tan tergiversada y ridiculizada porque Satanás odia el maravilloso futuro que Dios tiene preparado para nosotros por medio de esa resurrección. Y sin duda hará todo lo posible por quitarnos esta grandiosa esperanza eterna.
El mensaje de esperanza y los testigos de la resurrección
Parte del plan de Dios consiste en revelar la verdad sobre la resurrección y la esperanza de vida eterna a toda la humanidad en el momento apropiado (2 Pedro 3:9). De hecho, ésta era una de las tareas de los 12 apóstoles originales. Todos ellos estuvieron con Cristo durante los tres años y medio de su ministerio en la tierra y podían dar fe de que fue un ser humano de carne y hueso igual que ellos. Luego presenciaron su crucifixión, y pudieron atestiguar que murió y fue enterrado.
Pero la historia no termina ahí. Tres días después, los apóstoles se encontraron con Jesucristo nuevamente —vivo y andando entre ellos. Así, también fueron testigos de que era el Hijo de Dios. Y desde entonces estos hombres se dedicaron a dar testimonio de su esperanza, confirmada por la resurrección de Jesucristo y por haberlo visto ascender al cielo con sus propios ojos (Hechos 1:11; Juan 16:20-22).
La resurrección de Cristo hizo posible nuestra eventual resurrección, y Dios quería que este mensaje se proclamase con autoridad. “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos” (Hechos 4:33). Es más, muchos de los apóstoles, al igual que incontables convertidos, dieron su vida por el testimonio de su esperanza eterna en Cristo. Para ellos, la gloria de la vida eterna era mucho más grande que cualquier dificultad en esta vida.
Promesa de gloria futura
Como el apóstol Pablo explica en Colosenses 1:26-27, éste es un gran misterio que Dios ha decidido revelar a sus santos, el cuerpo de Cristo: “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.
Nuestra esperanza en Cristo es algo tan grande y valioso que más adelante Pablo expresa: “todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10).
Esperar en Cristo es creer en la promesa de una vida eterna y glorificada junto a Él, teniendo su misma naturaleza (1 Juan 3:1-3). Éste es el gran misterio que la mayoría de la gente ignora por ahora y que Dios ha revelado a sus escogidos.
“...el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:17-18).
Saber lo que ocurrirá después de la muerte nos da una esperanza maravillosa; afortunadamente, la muerte no es la última palabra después de todo.
La verdad sobre nuestro futuro es un gran consuelo en los momentos difíciles. Cuando Pablo reveló a los tesalonicenses lo que ocurre después de la muerte, también les explicó que este conocimiento aliviaría la tristeza que sentían por la pérdida de sus seres queridos: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13).
Luego les habló sobre la resurrección que ocurrirá cuando Cristo descienda a la tierra al sonido de la séptima trompeta. Y concluyó diciendo: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (v. 18).
Palabras de mucho consuelo, ¿no es así? Sin duda que lo son. Están llenas de esperanza de vida después de la muerte y de que Cristo finalmente regresará para establecer el gobierno de Dios en la tierra y poner al mundo entero bajo su autoridad. “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
¿En qué consiste la esperanza en Cristo?
¿Qué significa exactamente tener esperanza en Cristo? En parte, significa tener esperanza en sus promesas. Cristo hizo muchas promesas a sus discípulos cuando vino por primera vez a la tierra, y una de ellas tiene que ver con su regreso: “si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Esta promesa es la base del mensaje del evangelio: que Cristo regresará para gobernar la tierra y compartir su herencia con los santos resucitados (Romanos 8:17).
¿Nos da esto esperanza? ¿Creemos realmente en las promesas que estamos leyendo?
Qué insustancial y vacía sería la vida si no hubiese esperanza después de la muerte. Con tanta gente que ha vivido en dolor, tristeza y frustración a través de la historia humana, ¡qué cruel sería si esta vida fuera lo único que hay!
Afortunadamente, la Biblia es un libro lleno de esperanza —una esperanza que va mucho más allá de lo que pudiéramos imaginar. Sí, habrá vida después de la muerte por medio de la resurrección. Y Pablo estaba tan seguro de ello que no le importó correr peligro de martirio y prisión por proclamar la fe que podemos tener en que Dios ha preparado algo muy especial para nosotros más allá de esta vida. Su esperanza no era en esta vida solamente; tenía la mirada puesta en lo que viene después.
Gloria después de la resurrección
Ahora podemos entender lo que Pablo dijo en 1 Corintios 15:12-19: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.
“Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres”.
Nuestra verdadera esperanza en Cristo no se aplica a esta vida solamente. Es a la vida que viene después y el increíble futuro que nos espera por medio de Él. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:16-18).
Pablo nos da más detalles acerca de esto en el capítulo de la resurrección, donde explica que incluso nuestros cuerpos serán transformados de mortal a inmortal, de físicos a espirituales ((1 Corintios 15:35-58).


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