“¿Dónde estás, Dios?”, escribió en su computadora. Millones
de personas se han hecho la misma pregunta. ¿Por qué parece Dios tan difícil de
encontrar? ¿Cómo podemos hallarlo?
Se sentó frente a su computadora nueva, pensando en cómo
formular la pregunta.
Era hindú y, podría decirse, una minoría dentro de otra
minoría. Pertenecía al apenas dos por ciento de cristianos en la cultura india,
dominada por el hinduismo. Y, además, tras años de estudiar su Biblia y
encontrar muchas contradicciones con lo que siempre había creído, estaba
empezando a distanciarse cada vez más de quienes compartían su fe.
Su confianza en las religiones se había sacudido, pero su fe
en Dios permanecía firme. Sólo que… ¿dónde estaba Él? ¿Qué quería enseñarle?
¿Qué quería que hiciera?
Finalmente, sin saber a dónde ir, escribió en su buscador de
internet la sencilla pregunta: “¿Dónde estás, Dios?”.
Antes de empezar a buscar
Ésta es una pregunta común —una gran pregunta, una que
muchas personas hacen por diferentes razones. La búsqueda generalmente es
desencadenada por momentos de dificultad, cuando buscamos ayuda o ánimo. A
veces surge de la duda, cuando necesitamos reforzar nuestra creencia de que
Dios realmente existe, y se preocupa de verdad. Tal vez comience por pura curiosidad
intelectual en un intento por comprender los grandes interrogantes, como el
propósito de la vida. Incluso los incrédulos y cínicos se preguntan: “¿Dónde
está Dios cuando hay tanta maldad y sufrimiento en el mundo?”, intentando poner
en duda la existencia de Dios.
¿Qué hay de usted? ¿Está buscando a Dios?
Si es así, hay dos preguntas que debe responder antes de
iniciar su búsqueda. Una de ellas tiene que ver con temas fundamentales acerca
de Dios y la historia de la humanidad, y es la que responderemos primero en
esta serie de dos artículos. La respuesta a la segunda pregunta determinará sus
posibilidades de encontrar a Dios.
Pregunta 1: ¿Podemos encontrar a Dios si Él se esconde?
¿Es Dios difícil de encontrar porque está jugando una
especie de juego cósmico de escondite con nosotros? Pues, en cierto modo, sí.
Dios de hecho nos dice que Él sí se está escondiendo, pero no se trata de un
juego.
Muchos profetas, dirigiéndose al pueblo escogido de Dios,
dijeron que Él se había escondido. “Verdaderamente tú eres Dios que te
encubres”, dijo Isaías. El pueblo entonces estaba enfrentando graves
dificultades. ¿Por qué Dios haría algo así?
Las personas “andarán buscando al Eterno, y no le hallarán”,
escribió Oseas, explicando que Dios “se apartó de ellos”. Y Miqueas también les
dijo: “clamaréis al Eterno, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su
rostro en aquel tiempo”.
¿Por qué se escondería Dios de quienes lo buscan?
Miqueas respondió esta pregunta resumiendo la quebrantada
relación que la humanidad en general ha tenido con Dios: “por cuanto hicisteis
malvadas obras” (Miqueas 3:4).
Pongámonos en el lugar de Dios por un momento. Una de las
lecciones que se repiten a lo largo de la Biblia está relacionada con el pésimo
comportamiento que los seres humanos hemos tenido en nuestra relación con Dios.
No debemos sorprendernos entonces de que Él sea más que un poco escéptico
cuando decimos que queremos buscarlo.
¿Quién se escondió primero?
Todo comenzó con Adán y Eva. Dios los creó, se comunicó con
ellos, les enseñó, los amó, y les advirtió acerca del peligro de comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal —hasta que ellos lo ignoraron fríamente
y decidieron seguir a Satanás.
Y, ¿qué hicieron cuando “oyeron la voz del Eterno Dios que
se paseaba en el huerto”? “El hombre y su mujer se escondieron de la
presencia del Eterno Dios” (Génesis 3:8, énfasis añadido).
¿Quién se escondió primero? ¡Dios no!
Muchas veces Dios le ofreció a su pueblo reestablecer su
relación con Él. Cuando Israel clamó en su esclavitud, Él respondió: “Aquí
estoy”, los liberó, les dio un hogar y les prometió muchas bendiciones. Lo
único que justificadamente esperaba a cambio era respeto y obediencia. Pero por
más de 800 años, Israel y Judá rechazaron a Dios en repetidas ocasiones,
buscándolo sólo para que los sacara de apuros.
Más tarde, Dios se mostró de una forma aún más evidente,
enviando a su Hijo en la carne a una cultura muy religiosa. Pero Cristo se
encontró con hostilidad y resistencia continuas, provenientes de personas que
sólo querían relacionarse con Dios bajo sus propios términos, no los de Él.
Irónicamente, los más tercos y renuentes a escuchar ¡eran los líderes
religiosos!
Cristo los llamó hipócritas explicando: “Este pueblo de
labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Marcos 7:6-8).
Lamentablemente, desde que Jesús pronunció este duro
reproche, las cosas sólo han ido empeorando. Sin embargo, esto no debería
sorprendernos, porque fue Él mismo quien dijo: “vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:5).
No se puede hallar a Dios en la oscuridad
Notemos el énfasis de las palabras de Jesús: no pocos,
sino muchos vendrían en su nombre. Muchos serían engañados
por quienes usan su nombre falsamente y dicen representarlo. El engaño
religioso, explicó Jesucristo, sería una de las grandes señales del tiempo del
fin. Ahora mire a su alrededor, como lo hizo el hombre de India, a todas las
iglesias cristianas contradictorias y a menudo contenciosas que existen
actualmente, y pregúntese: “¿era cierta la profecía?”.
A nadie le gusta pensar o escuchar que está engañado. Estas
palabras aún impresionan y ofenden a la gente tanto como lo hicieron en el
pasado. Pero la Palabra de Dios dice claramente que el mundo entero está
envuelto en oscuridad espiritual, ciego a Él y a su verdad.A nadie le gusta
pensar o escuchar que está engañado. Estas palabras aún impresionan y ofenden a
la gente tanto como lo hicieron en el pasado. Pero la Palabra de Dios dice
claramente que el mundo entero está envuelto en oscuridad espiritual, ciego a
Él y a su verdad.
¿Por qué? Otra vez, Jesucristo dijo la verdad incómoda en
Juan 3:19-20: “esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo
aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras
no sean reprendidas”.
Entonces, sí, la humanidad se encuentra en la oscuridad del
engaño debido a decisiones tanto nuestras como de Dios.
Pablo, en Romanos 1:21, resumió la elección de los seres
humanos diciendo: “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni
le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido”.
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios”, Él “los
entregó” a lo que quisieran hacer (vv. 28, 24).
Entonces, sí, Dios ha permitido que la oscuridad del engaño
permanezca y lo esconda a Él de la humanidad.
Pero eso no significa que Dios se haya dado por vencido con
nosotros. Siguen en pie sus promesas de que Cristo regresará, su verdad será
comprendida, la humanidad no está perdida para siempre y de que todos
eventualmente lo conocerán. Para comprender el maravilloso alcance del plan de
salvación de Dios, no deje de leer nuestros folletos Las fiestas santas de
Dios: Él tiene un plan para usted y El Misterio del Reino.
Pero, mientras esas promesas no se cumplan, ¿puede Dios ser
hallado? La respuesta es: sí, si es que…
Nuestra parte y la de Dios
Pablo les dijo a los filósofos griegos de Atenas que Dios
“de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres… para que busquen a Dios,
si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está
lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:26-27).
Dios quiere que lo encontremos; pero, por miles de años lo
único que ha recibido de millones de personas son palabras vacías. ¿Es usted
una de las personas excepcionales que realmente están dispuestas a “buscar a
Dios” y a “palpar para hallarlo”? ¿Realmente desea conocerlo a Él y su camino
y, a diferencia de la mayoría, está dispuesto a obedecerle? Esa es su parte en
la búsqueda.
Pero Dios el Padre y Jesucristo también tienen una parte que
hacer, sin la cual nuestra búsqueda es inútil. Ellos
deben traer y revelar.
Analice las palabras de Jesucristo: “Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no le trajere [guía, incita]” (Juan 6:44).
Ahora, relacione eso con lo que leemos en Mateo 11:27:
“nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.
Hoy en día muy pocos entienden lo que Cristo estaba diciendo
aquí. Nadie, repite varias veces, puede acercarse a Él o conocer a Dios si
Dios no decide traerlo, o si Cristo no decide revelarle al Padre.
Pero imaginemos que Dios decide “llamarlo” a usted (otro
término que la Biblia usa para describir la forma en que Dios “trae” a
alguien). ¿Qué sucede entonces?
Eso depende de la respuesta a la segunda pregunta. La primera
pregunta, que respondimos en este artículo, es: “¿Puede usted encontrar a Dios
si Él se esconde?”. Y la segunda es igual de importante: “¿Puede Dios
encontrarlo a usted si usted se esconde?”.
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